La Cumbre Climática, que se reúne en Madrid, registró en su iniciación la protesta periodística internacional, por las limitaciones impuestas a los informadores, tanto en el tiempo para las preguntas, como en el constreñido modelo para formularlas. En épocas de incertidumbres, como al presente, los políticos, además de abaratar la palabra, condicionan su discurso con elucubraciones intelectuales, que desvían las cuestiones inquiridas e impiden que la verdad tenga reflejo como noticia. En Galicia, el líder regional socialista Gonzalo Caballero, en una entrevista con un periodista de la Radio Gallega, exhibió una perorata aspaventosa, alejada de su condición de enseñante en lugar de hacer acopio de su oficio para responder la verdad, sobre todo para decirla. No es saludable, singularmente en el ámbito político, cambiar el sentido del humor por el escarnio. En los encuentros con la prensa hay que actuar con seguridad y cercanía, con elegancia y siempre con un portillo a la pirueta inteligente. El dogmatismo es el lujo de la ignorancia y de la personalidad autoritaria: lo políticamente correcto es la ambigüedad y la demagogia. Incluso si la democracia mediática no respondiera a planteamientos atractivos sino a formulaciones doctrinales, piensen los políticos que suelen pagarse con votos las palabras que devalúan. Lo grave es que en la jerga (política) es, a veces, premeditada porque, en el fondo el embaucador desprecia al embaucado.

El eximio coruñés, D. Salvador de Madariaga afirmaba que "los socialistas cuando llegan al poder, lo primero que hacen es prohibir". La escritora catalana Mercedes Salisachs, considerada como una de la más caracterizadas, representante de una novelística de orientación católica (Salvador Paniker) decía: "los socialistas no construyen. En su casa los socialistas son más capitalistas que nadie y tratan mal al servicio".