Recuerdo de mi niñez que en las funciones del circo, y mientras sonaba un redoble prologado de tambor con el fin de resaltar la dificultad o la peligrosidad de ciertos números circenses, el animador decía levantando la voz: ¡más difícil todavía! Y entonces a los espectadores se nos encogía el ánimo, y mientras duraba la arriesgada actuación deseábamos con todas nuestras fuerzas que el artista triunfara y saliera ileso. Como verán si continúan leyendo, algo de eso está pasando estos días en nuestra política.

En efecto, en más de una ocasión, escuché aseverar a políticos del máximo nivel, y que estuvieron al frente de nuestro poder ejecutivo, lo difícil que es gobernar. Lo decían, no para presumir o enorgullecerse, sino porque estaban firmemente convencidos de ello y yo nunca lo puse en duda. Y es que cualquier persona mínimamente responsable que se detenga a pensar durante unos instantes sobre la complejidad actual de las actividades de gobierno advertirá de inmediato que es gigantesca la carga que asumen los que integran el gobierno de la Nación, con su presidente al frente.

Si a lo que antecede se añade que tales servidores públicos suelen asumir también las funciones de la dirección del partido al que pertenecen, el peso que recae sobre sus hombros adquiere dimensiones colosales. Por eso, siempre he pensado que a la política deberían dedicarse los mejores de nosotros, cosa que, aunque no se puede generalizar, que por desgracia no suele suceder.

De lo que antecede resulta que, desde una óptica puramente racional, la persona llamada a gobernar debería aligerar todo lo posible el peso que va a asumir al iniciar su tarea de gobierno. O, dicho más simplemente, debería emprender la acción de gobierno sin todos aquellos aditamentos que dificultasen su labor. Porque, si ya es difícil por sí misma la función de gobernar, lo es todavía más si se agregan problemas ajenos a la propia actividad de gobierno que van a dificultarla innecesariamente.

Viene todo esto a cuento porque Pedro Sánchez, desde la misma noche en la que se conocieron los últimos resultados electorales, ha venido manteniendo conversaciones con Pablo Iglesias para lograr ser investido presidente. Según las afirmaciones de ambas formaciones, el candidato a Presidente del Gobierno cuenta ya con el apoyo de Unidas Podemos (aunque están pendientes de ajustar las contrapartidas ofrecidas a cambio, básicamente el reparto de los ministerios).

Está en las noticias también que el PSOE ha formado una mesa de negociación para la investidura con ERC y que, aunque a trancas y barrancas, parece que todo iba progresando. Pero en el momento actual parecen haber encallado. El secretismo que parece presidirlas no permite asegurarlo, pero son tantos los obstáculos que existen y que van surgiendo que la investidura del candidato a presidente del Gobierno, lejos de acercarse, parece que se aleja.

A ello contribuyen, en efecto, el hecho de que ERC esté inmersa en un Congreso del partido, las consecuencias electorales que pueda tener pactar la investidura dentro de la Constitución que es lo que se asegura públicamente, y, sobre todo, la presión que intentan ejercer con la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, cuyo alcance está siendo manipulado, como hace habitualmente el independentismo. Y es que por mucho que intenten aparentarlo el TJUE no se ha pronunciado en absoluto sobre el juicio del procés, sino que solo ha respondido a la pregunta planteada por el propio Tribunal Supremo sobre cuándo se adquiere la condición de eurodiputado. Según el Tribunal Europeo, tal condición se adquiere en el momento de la proclamación como eurodiputado electo y no, como sostenía el Tribunal Supremo, en el momento de la toma de posesión.

La sentencia del TJUE implica, por tanto, que desde el momento en que Oriol Junqueras fue proclamado eurodiputado electo gozó de inmunidad, por lo cual se le debería haber autorizado, cosa que no se hizo, a retirar su acta de parlamentario europeo. Dicho de otro modo, de no haberse iniciado hoy en el juicio del procés habría que pedir el suplicatorio al Parlamento Europeo. Pero la pregunta del Tribunal Supremo se planteó con el juicio ya iniciado, lo cual significa que en ese momento Oriol Junqueras ya estaba siendo juzgado y ya era inútil pedir el suplicatorio el Parlamento Europeo. A día de hoy, Oriol Junqueras está condenado sin que por la omisión de ese trámite -que se habrá de tener en cuenta para el futuro, pero no antes porque aún no se había pronunciado el TJUE- en su causa penal se hayan mermado lo más mínimo sus garantías.

Pues bien, por si todo lo anterior no fuera poco, los negociadores de ERC no pueden asegurar a sus bases que el candidato a la investidura haya accedido a las contrapartidas solicitadas, como el referéndum de autodeterminación y la salida de los presos independentistas. Lo cual puede no solo dificultar, sino incluso hacer fracasar, el apoyo a la investidura.

De todo lo hasta aquí dicho se desprende que el apoyo de Unidas Podemos y, sobre todo, el de ERC no parecen opciones racionales si lo que se pretende es paliar las aludidas dificultades de la acción de gobierno. Desde mi punto de vista, sería preferible otra opción: negociar con Ciudadanos y el PP la investidura en segunda vuelta y pactar un programa de "mínimos" que permitiese encarar la legislatura con visos de estabilidad y con un gobierno monocolor del PSOE.

Hay muchos de los socialistas de generaciones anteriores que no verían mal esa solución. De hecho, muchos de ellos, de reconocido prestigio, se han manifestado públicamente en esa dirección. La plataforma "La España que reúne" es una buena muestra de lo que digo. Por esa razón, no dejo de preguntarme si la opción elegida hasta ahora por Pedro Sánchez y su equipo de asesores tiene que ver con una cuestión generacional, a cuyos miembros también les pondría, como a los del circo, el ¡más difícil todavía!