Qué raro, entrar en una librería! No en un supermercado, no en un bar, no en una tienda de Zara. No, todo eso es normal. Lo fabuloso es que alguien entre en una librería. ¡No digamos que salga de ella con un libro! Un libro, pongamos, de 20 euros, con la de cosas que se pueden hacer con 20 euros debidamente estirados. La expresión de "estirar el dinero" era de mi madre. No hizo otra cosa a lo largo de su vida que estirar las pesetas que entraban en casa. He ahí un empeño heroico. Mi madre jamás habría entrado en una librería. Ni siquiera se habría detenido frente a su escaparate, aunque le habría encantado leer Madame Bovary. Se murió sin saber que quizá en otras circunstancias habría sido una gran lectora de novelas del siglo XIX. Cuando me acerco a la literatura de ese siglo, siempre pienso en ella.

Esto de morirse sin saber que te habría gustado el jamón porque ni siquiera tuviste la oportunidad de probarlo, resulta filosóficamente inaceptable. Yo me conformo con haber tenido la oportunidad de leer y que ser lector haya dado sentido a mi existencia. Quizá haya otras cosas, pero me atrevería a decir que están todas resumidas en la lectura. Mientras le doy vueltas a tales asuntos, veo a la gente entrar y salir de la Casa del Libro, en la Gran Vía de Madrid. Estoy esperando a que entre una señora que se parezca a mi madre, para seguirla, a ver qué rayos hace dentro de una librería enorme, con varios pisos y ascensor.

Ahí viene una. La sigo.

Observa con avidez las novedades. Toma un volumen, lee la contra, toma otro, echa un vistazo a la solapa. En esto, suena el móvil dentro de su bolso. Lo coge, descuelga, dice que está en la Casa del Libro porque ha decidido hacerse un regalo. Luego calla, escuchando a su interlocutor o interlocutora con gesto de preocupación. Finalmente dice:

-Sí, hija, hay que estirar mucho el dinero.

Tras colgar, realiza un movimiento de duda y abandona la sección de novedades, donde los libros cuestan 20 euros o más, y se dirige a la de bolsillo, donde por menos de la mitad puedes adquirir excelentes títulos. Ahí la abandono, por pudor, e inicio mi propia búsqueda.