Fin de fiesta. El parón vacacional correspondiente a la Navidad del año 2019 acaba de fenecer, y aunque yo me resista a apagar el sobrio árbol de casa, las guirnaldas de luces ya desactivadas en la calle se empeñan en hacer valer la dictadura del calendario. Se ha verificado una vez más el ritual de las uvas, y 2020 vuela ya hacia su destino, que no es otro que ir raudo hacia su final para que lleguen el 2021, el 22..., y un suma y sigue cuasi infinito a los ojos de nuestra corta existencia particular, parca en décadas. Pero antes, mucho antes del diciembre que venga en algo más de once meses, pasarán muchas cosas. Y es ese tiempo en el que se despliega ahora inédito hacia nosotros. Tenemos casi un año por delante hasta entonces, con sus incertidumbres, sus alegrías, sus problemas, ilusiones y nuevos.

Y no les engañaré si opino que 2020 se presenta complejo. Calentito. Difícil. Un año que, o mucho me equivoco, o no pasará inadvertido. No me refiero a la esfera personal, cuya variabilidad para cada uno de nosotros hace que sea imposible hablar de una tónica dominante en tal período. Hablo de lo colectivo, de lo común, de lo público, de lo que cada día construimos entre todos. De nuestro proyecto humano como grupo, sea a nivel más local o más general.

Para empezar, 2020 llega con un presidente del Gobierno que, ahora sí, ha recibido la investidura como tal, y que se dispone a dar los primeros pasos en la formación de un Ejecutivo que avance en tantos temas que se habían quedado parados en la España de los últimos tiempos. Al margen de las ideas políticas de cada uno, era un hecho que el país necesitaba avanzar en determinados aspectos que exigen toma de decisiones, y que la concatenación de acontecimientos en los últimos meses no propiciaba esto. Por eso creo que es una buena noticia que haya un Gobierno al fin, y que este sea un punto de partida para que el mismo comience su andadura.

Pero una cosa es una investidura, y otra la gobernabilidad. Y no les digo nada nuevo si planteo que esta va a ser compleja. Ilusionante también, en tanto que difícil y retadora. Pero complicada, por la enorme fragmentación del Congreso y por la gran cantidad de sensibilidades distintas presentes en el mismo, así como por los muy diferentes intereses subyacentes en los diferentes grupos parlamentarios e incluso dentro de estos. Una atomización de la Cámara que, por otra parte, no deja de ser un fiel reflejo de la situación sociológica y política en la propia sociedad española y que, como tal, dimana directamente del mandato del pueblo, eminentemente plural. Por eso en estos tiempos de escasas mayorías absolutas no hay otro camino que el diálogo, el pacto, la entente y el cordial entendimiento, desde la diferencia, pero buscando lo mejor de entre lo posible. Ojalá todos nuestros representantes, del signo que sean, sepan estar a la altura y caminar en tal sentido. Nos va mucho en ello.

2020 traerá también elecciones a Galicia, en principio después del verano. Eso significará un recrudecimiento del clima previo en la arena política en clave autonómica, como suele pasar ante citas parecidas. Unos y otros querrán distanciarse, diferenciarse y ofrecer lo mejor de sí mismos ante los electores, y más en estos tiempos de cambio y de posibilidad de que la tortilla se dé la vuelta. Todo ello suele pasar factura en términos de tensión y líos diversos. Ojalá que el legítimo deseo de unos y otros de ser los mejores y más aclamados gallos en el corral no eche por tierra lo fundamental: la convivencia. Y es que eso debería ser irrenunciable.

A escala global las cosas tampoco pintan especialmente serenas. La actual escalada de tensión internacional en escenarios como Irán nos trae preocupantes ecos. Y los intereses para buscar salidas abruptas no dejan de estar ahí. Ese y otros conflictos, muchos de ellos enquistados durante mucho tiempo, seguirán vigentes en este año que ahora empieza. Los seguiremos con atención, buscando claves de su lógica internacional, regional y local. Siguen existiendo muchos avisperos en los que la palabra paz sigue siendo una entelequia, con movimientos muy concretos para desestabilizar y seguir manteniendo artificialmente situaciones en las que, no cabe duda, algunos de los actores enfrentados siguen ganando a manos llenas.

Y hablando de ganar a espuertas, esa es otra de las claves importantes para mí a la hora de pensar este año que empieza. ¿Seguirá avanzando la inequidad, freno a cualquier tipo de desarrollo sostenible en el orden social? O, por el contrario, en escenarios como el nuestro ¿empezaremos a ver una sociedad con indicadores un poco más amables en términos de distribución de la renta? No pierdan ustedes de vista el hecho de que España está a la cabeza de Europa en lo tocante a incremento de la desigualdad, después de lo vivido en la última década. ¿Qué pasará a partir de ahora? Lo veremos...

Con todo, como ven, hay mucho donde trabajar y muchos retos que afrontar en los próximos meses. Ojalá la resolución de todo ello lo sea de la mejor forma posible, lo cual de nuestro trabajo diario y de nuestro talante también depende. Por eso la respuesta a ese "Y ahora, ¿qué?" que planteamos en estos días de cierre del paréntesis vacacional está muy abierta. Y todos nosotros y nosotras, en alguna medida, podemos considerarla también muy nuestra. Una suma de múltiples aportaciones en las que va el granito de arena que todas y todos aportemos.