Las políticas de inmersión lingüística han vuelto a eclosionar, convertidas en tema de debate y utilizadas como instrumento de afianzamiento identitario y excluyente. La desafección ha provocado, singularmente en Galicia, la inquietud de la Mesa de la Normalización, como lo evidencia la denuncia de su titular "la lengua está en crisis, uno de cada cuatro estudiantes de Primaria o Secundaria en Galicia no sabe hablar gallego", culpando a su vez al decreto del plurilingüismo. No opinan igual el Instituto Galego de Estatística ni la RAG "nunca hubo tantos gallegos que supieran hablar y escribir en gallego". Tanto la Unión Europea como el Consejo de Europa alientan la conservación de las lenguas vernáculas, pero no como descarte del idioma oficial, del idioma de todos. El profesor Abel Veiga, en un ponderado artículo A lingua afoga reflexiona: "Pensemos en voz alta. Dende o respecto a esixencia do noso. Seamos comprometidos. Compromiso co galego. A herdanza co legado que depositaremos nos que veñen detrás nosa". En Tribuna Libre, Héctor Pardo, bajo el epígrafe A los que viven del gallego, pide que cambien el miedo por la reflexión y añade: "Los filólogos que dominan los medios y los profesores supremacistas apartan al día más gallegos del gallego que las leches de los maestros de Franco" (sic.) Los catedráticos de Sociología de la Universidad Complutense, señores Fernández Enguita y Carabaña, señalan en un estudio: "Crece el malestar de alumnos por la inmersión lingüística por usar una lengua que no es la común en su vida cotidiana" y aseguran que el fenómeno se da principalmente en Cataluña, País Vasco, Galicia, Baleares y Valencia. El diario El Mundo dedica un editorial "la inmersión es un eufemismo que, en realidad, sirve para ningunear al castellano". El profesor Villanueva, exrector de la RAE, en la reunión internacional de Lenguas Portuguesa y Española celebrada hace poco en Lisboa señaló que "el español con 477 millones de hablantes, segunda lengua mundial, y el portugués, con 240, cuarta lengua mundial, constituyen una fortaleza en la Iberofonía", pero lo preocupa " el entreguismo, indiscriminado e irreflexivo, al inglés que se percibe en España".

Ningún cabildante "normalizador" ha sido capaz de imponer el uso de la palabra "polvo" para referirse al pulpo. Por lo que observamos, a la "normalización" solo la puede salvar Gadis.