En los últimos meses este país ha entrado en crisis existencial. Sin necesidad de llegar a una guerra civil literal, algo similar a ello se ha iniciado en ciertos medios de comunicación y en las redes sociales, por medio de mensajes tergiversados y de un gran afán -por parte de los grupos políticamente más radicales- por tratar de desacreditar a sus contrincantes y por generar el caos e incrementar el miedo a lo desconocido.

Con la proclamación de Juan Carlos primero como rey de España, dos días después del fallecimiento del general Francisco Franco, el veinte de noviembre de 1975, llega a nuestro país un proceso denominado transición en el que se deja atrás un régimen dictatorial para regirse por una Constitución que restauraría la democracia, o lo que es lo mismo, un sistema político que por fin defendía la soberanía del pueblo y su derecho a elegir y a controlar a sus gobernantes; consiguiendo así que el quince de junio de 1977 se celebrasen las primeras elecciones en España desde febrero de 1936.

Señoras y señores, la vida nunca suele salir como a uno le hubiera gustado que lo hiciese de haber podido diseñarla, pero no por ello es menos vida. Simplemente es otra, que nos puede gustar más o menos, a la que podemos temer en mayor o menor medida y con la que nos sentimos más o menos cómodos e identificados... Pero no se olviden de que la suerte radica en poder elegir.

En el año 1977 la gente se agolpaba ante los colegios electorales para poder ejercer su derecho al voto desde aquella última vez de 1936. Un sinfín de personas ávidas de una apertura y una evolución de la que hoy disfrutamos en gran medida, buscaban en aquellas urnas encontrar una salida a sabiendas de que -según quien ganase- esta podría gustarles más o menos... Y, desde entonces hasta hoy, no hemos dejado de votar.

Partidos de todos los colores se han hecho con el poder en diversas ocasiones, mientras muchos de sus integrantes, aprovechaban la oportunidad para hacer de la misa la media, enriquecerse a sí mismos y favorecer a sus amigos. El noventa y nueve por ciento de los partidos tienen algún cadáver en el armario y, el setenta por ciento de los políticos, también. Solamente hay que darles una cota de poder, cuatro años y observar los cambios. Poderoso caballero es don dinero.

Les aconsejo que acepten con positivismo este gobierno compuesto a base de remiendos, y que piensen que siempre será mejor tener uno remendado que seguir probando a ver si de una vez sale el cinco en el parchís mientras gastamos un dinero que no tenemos en celebrar elecciones y mostramos al mundo un escaso peso específico basado en nuestras trifulcas internas.

Seamos demócratas y acatemos. En eso consiste serlo... Pero también lo suficientemente responsables como para no poner el carro antes que los bueyes o hablar de sacar los tanques a la calle antes de favorecer un diálogo que -nos guste o no- es necesario.