El ganador del Premio Nobel de Física de 2019, Didier Queloz, quien, por añadidura, es el director de la misión espacial europea que ha lanzado la nave-telescopio Cheops destinada a explorar los planetas que se encuentran fuera del Sistema Solar, ha declarado que en cosa de medio siglo „o de uno entero„ puede que estemos en condiciones de confirmar la presencia de vida fuera de la Tierra y tal vez se encuentre esta en todos los confines del Universo. Pero, claro es, que se cumpla o no la predicción de Queloz depende en realidad en buena medida de lo que entendamos por vida. El astrofísico y Premio Nobel descubrió hace un cuarto de siglo el primer exoplaneta detectado, un gigante gaseoso que fue el primero de la sucesión de mundos de este estilo que ha ido sumando más y más planetas hasta alcanzar más de 4.000 en la actualidad.

Uno de ellos, 55 Cancri, va a ser el primer objetivo del telescopio Cheops en busca de datos acerca de su verdadero tamaño y composición. Por lo que sabemos, se trata de un planeta tan cercano a su estrella que debe tener una temperatura de casi 2.000 grados en la superficie; si es esta de roca, se tratará de lava líquida así que ¿qué tipo de vida podría encontrarse en semejantes condiciones?

Suele tomarse como criterio para caracterizar un ser vivo el hecho de que cuente con moléculas de ácidos nucleicos „ribonucleico, RNA, o desoxirribonucleico, DNA„, cosa que permite clasificar como vivientes a los virus. Sin embargo, ningún virus realiza las funciones que asociamos a los seres vivos como son las de obtener recursos y reproducirse. Los virus se reproducen, sí, pero aprovechando para ello los mecanismos de las bacterias „o cualquier otro tipo de célula„ que infectan. Los virus añaden sus ácidos nucleicos a los de la bacteria infectada y es esta la que genera, a partir de ellos, una enorme cantidad de nuevos virus, pero eso es todo. De hecho, un virus debe descomponerse „¿morir?„ antes de que su DNA o su RNA invadan la célula ajena. Bien rara resulta esa vida.

Pero aún pueden serlo más otras vidas de seres capaces de replicarse en exoplanetas de condiciones extremas. Puede que ni siquiera cuenten con una química basada en el carbono, así que la pregunta a hacerse, más filosófica que astrofísica, es la de si seremos capaces de entender ante procesos muy extraños y distintos a los que conocemos que estamos ante un ser vivo de características antes inimaginables. El hecho de que transcurra medio siglo o uno entero hasta poder disponer de los medios técnicos necesarios para conseguir que nos encontremos frente a dilemas de ese tipo es quizá menos crucial que la pregunta acerca de si sabremos interpretar los descubrimientos que aparezcan. Puede que sea ese un desafío tan gigantesco que jamás logremos resolverlo.