La Santa Sede y Naciones Unidas coinciden en la necesidad del diálogo para establecer relaciones de confianza entre los pueblos, y para ello defienden decididamente el multilateralismo y la necesidad de los organismos internacionales que lo permiten, pese a la indiferencia de algunos y al catastrofismo de otros.

Es verdad que Naciones Unidas no es una institución perfecta y que, como toda obra humana, padece grandes limitaciones y enormes defectos, que la Iglesia no ha dejado de señalar. Pero transcurridos 75 años de su fundación nadie podrá decir que no es una instancia necesaria para construir una convivencia internacional más justa y humana.