Si uno consulta la página de Presidencia del Gobierno y se detiene en el gabinete del presidente y sus ámbitos de actuación, tiene la impresión de que Sánchez ha dejado casi toda la tarea de dirección política que a él corresponde en manos del director de su gabinete, rango de secretario de Estado, de modo que el señor Redondo se asemejará en esta legislatura más a un presidente de gobierno que a su jefe de gabinete. A un valido, dicen algunos. Porque Redondo tendrá control sobre casi todos los ministerios que, a buen seguro, será un control especialmente atento y severo con los ministros de Podemos. En tal escenario y si me permiten la especulación, tal parece que Sánchez, dejando a un director del gobierno no responsable ante el Congreso, pretendiera ensayar el papel de jefe del Estado, en versión republicana naturalmente, y más en concreto en la versión de nuestra segunda república. Nada que ver con un símbolo necesitado de refrendo en la cúspide estatal sino con una magistratura con poder efectivo. Estaría así Sánchez empezando a hacerse visible como un poder casi intocable, dejando a sus ministros a disposición de la crítica de la oposición mientras él se dedica a los grandes menesteres y entre ellos nada menos que a ese de pensar estructuralmente en la España de dentro de 30 años, que es el cometido de una Oficina que también dirigirá el señor Redondo. A Sánchez, acostumbrado a decir hoy lo contrario que dijo ayer importándole poco que le critiquen por ese giro, no le preocupa carecer de la protección de la inviolabilidad y no estar exento de toda responsabilidad como le sucede al Rey porque está tan seguro en su sillón como éste lo está en el trono. Sánchez se va a dedicar a viajar asumiendo, como el Rey, la representación de España, de otra España, y en el interior a desarrollar su proyecto de esa otra España republicana, con un par de socios confederados para lo que les convenga en el norte y el este, y con las puertas abiertas a las autonomías que decidan imitarlas. Será el triunfo de la asimetría y la bilateralidad.

Sánchez arrancó con una moción de censura traída por los pelos y votada por todos los que sostienen que el centro derecha no puede gobernar, que no tiene derecho a gobernar, que es lo que pensaban y decían los políticos republicanos y socialistas pronto hará más de noventa años. Y después llevó al gobierno a quienes le quitaban el sueño por disparatados y peligrosos. Consumado el éxito ahora toca aprovecharlo sin límites. Asegurada la ortodoxia en la parcela económica y contentos los podemitas con sus carteras ministeriales llenas de humo y con sus sueldos, Sánchez funciona con una idea fuerte en la cabeza que no es otra que la de aumentar su poder y prolongarlo varias legislaturas. Para lograr ese objetivo Sánchez va a necesitar contar con el apoyo de los nacionalismos vasco y catalán, y de los que vayan surgiendo a fuerza de cuestionar la integridad política y territorial cuya defensa quedará en manos del centro derecha y paulatinamente en manos de la derecha. Es un escenario no imaginado por los constituyentes del 78 pero configurado con paciencia por actores varios escorados hacia la izquierda en las décadas posteriores hasta llegar al presente. A Sánchez le queda un obstáculo para asegurarse estos apoyos y es ahormar al tercer poder del Estado a sus necesidades porque le resulta imprescindible para su tercera idea, transformar el modelo territorial en algo muy distinto a lo que es y que bien pudiera ir en la línea de una nación de naciones y de un Estado de Estados. Sánchez dispone del ejecutivo y del legislativo y se encamina a controlar al poder judicial en los grandes asuntos que afectan hoy a su estabilidad en el poder. Con el nombramiento de la fiscal general Sánchez ha dejado claro que va a por todas, a por el CGPJ, a por los nombramientos más relevantes en los tribunales superiores y, por supuesto, a por el TC, pieza clave en la reformulación del modelo territorial. Si el centro derecha se entretiene con los árboles y no adivina el bosque, si no empieza pronto una gran operación de entendimiento con miras a la unión, esto que imagino y les cuento no andará muy lejos de hacerse realidad. Y bien que lo lamento.