Cada vez me gusta menos escribir sobre asuntos políticos. Pero es complicado, porque en España todo parece un asunto político, hasta la educación. Y como todo asunto político que se precie, no hay manera de hacer nada bueno con él. Quienes tenemos hijos, hemos podido comprobar que, en el instituto, tanto los temas de estudio como el método con el que deben afrontarlos son prácticamente los mismos de aquellos tiempos, por desgracia cada vez más lejanos, de nuestra adolescencia. Los sucesivos proyectos educativos no han servido para mucho más que cambiar su denominación y añadir pequeñas y precisas complicaciones en la organización y elección de las asignaturas. Todo sigue igual, en lugar de educar a los jóvenes para la vida, da la impresión de que los estemos entrenando para intentar superar una futura oposición. Estudian para aprobar exámenes y, en mi opinión, educar es otra cosa. ¡Ay!, pero esa otra cosa, según el parecer de ciertas mentes políticas, es ideología o adoctrinamiento o alguna cosa peor.

La chorrada del denominado "pin parental" es la enésima demostración de la politización intravenosa a la que estamos sometidos. Precisamente, esos talleres y charlas sobre sexualidad, integración, diversidad... son lo único que ha traído una pequeña corriente de aire fresco a la educación pública en los últimos años; en fin, durante un breve tiempo, asistimos también al espejismo de aquella asignatura hermosamente llamada Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, que la retrógrada derecha española se encargó de boicotear y, finalmente, eliminar. Ahora es lo mismo, y los argumentos que esgrimen son de risa, pero el pifostio ya está montando, pin, pam, pum, y las redes se encargan de alimentarlo.

La derecha, como siempre, parece confundir el concepto de Educación pública con su deseo de educación privada. Y, a estas alturas, no deberíamos tener que explicarles la diferencia. ¿No les basta que el dinero público subvencione ya muchos de esos centros privados (y religiosos) que tanto les gustan? Desde luego, tienen todo el derecho del mundo a llevar a sus hijos a esos y a otros colegios de pago donde encontrarán ese paraíso de intransigencia, puritanismo y segregación que tanto parecen echar de menos en la escuela pública.

Lo sé, me está quedando un texto algo destemplado. No era mi intención, pero es que cansa seguir viendo a los mismos de siempre generar ese clima de crispación en el que se sienten tan cómodos. Menos mal que los niños les dan mil vueltas y no tienen los problemas sociopáticos de los que hacen gala algunos padres respecto a la orientación sexual de cada cuál, el matrimonio homosexual (estas cosas, curiosamente, suelen ser las que más les molestan), el derecho al aborto, etc.

La escuela pública es el lugar idóneo en el que abrir las mentes de los adolescentes a la lucidez de ver, entender y respetar la realidad y diversidad de la vida. El lugar donde, como escribió Savater, "los niños conozcan las alternativas que existen a los prejuicios de sus padres". Y a su ideología, precisamente.