Suma y sigue. No caigan en el error de considerar que el de hoy, u otro cualquiera, es un día más dentro del ciclo de la semana, de un mes concreto, de una estación o de un año, y así en un largo bucle. No. El de hoy es un día único e irrepetible en la linealidad de su propia vida, o de la mía. Un día inédito hasta que se produce con el amanecer, y que terminará irremediablemente con el ocaso. El de hoy es un día especial. El primer día del resto de nuestras vidas, y el último de todo lo vivido antes. El de hoy es un día con personalidad propia, exactamente igual que el resto de nuestros días. Lo que hagamos con él, a partir de ahí, depende de nosotros y de nuestras circunstancias. Pero la jornada de veinticuatro horas en la que consiste este día está ahí para escribirla, de forma indeleble, solamente una vez.

Con esta pequeña reflexión sobre el hoy y el siempre, les saludo. Vuelvo a coincidir con usted, que me lee, desgranando asuntos de una más que turbulenta actualidad. Y es que basta un pequeño atisbo a qué se dice, que se vive y qué se barrunta en los mentideros del mundo, para darnos cuenta de que estos son años, meses y días complicados. Demasiados cabos sueltos, muchas incertidumbres, vaivenes inesperados de mil y un asuntos, desazón y, sobre todo, bastante deriva. Y, con todo, intereses muy potentes y muy encontrados, ansiando fundamentalmente lo mismo: poder. Poder en cualquiera de sus facetas, la del dinero, la de la dominación o la del control social. Poder que, cuando se administra desde la ambición desmedida, siempre lleva al caos y a la ruina. Indefectiblemente, sin que haya escapatoria.

Dentro de las dinámicas que procuran acumular poder, hoy quiero llamar la atención sobre aquellos que, teniéndolo, buscan perpetuarse en tal situación por encima de todo. Y, por supuesto, de todos. Una veleidad que es independiente de la filiación política de sus protagonistas, ya que son conocidos -y a la Historia me remito- casos de tales características en toda la esfera ideológica. Y si les planteo esto es a partir de la preocupante noticia, verdaderamente contraria hasta a las Leyes de la Termodinámica, de que la totalidad de los diputados de la Duma -la Cámara de los Diputados de Rusia, compuesta por 432 personas- haya votado a favor de las pretendidas reformas con las que el Kremlin, entre otras cosas, busca perpetuar el poder del actual presidente del país. Y es que es imposible que, funcionando las cosas con normalidad, un Estado tan grande y diverso pueda apoyar cambios de tal calibre sin la más mínima disensión parlamentaria. Ni es creíble ni posible. Y, mucho menos, plausible.

Esto es solamente un ejemplo, pero tales ejercicios de perpetuación en el poder se repiten por doquier. Por ejemplo, por parte de aquellos que, tal y como exponíamos, buscan cambios en su país para que un sistema más alternante y democrático se "congele" con una cúpula dada, que se encuentra cómoda en tal situación. O también en el planteamiento de los que, sin llegar formalmente a tal disparate, buscan alterar la percepción de la realidad -y hoy es relativamente sencillo- hasta los límites que haga falta, solamente con el fin de asegurarse aparentemente limpias victorias electorales en un pretendido juego democrático, plagado realmente de mentiras. De todo ello existen casos hoy, y no dejan de ser situaciones en las que el acceso al poder, por encima de todo, es la meta de un lobby organizado, que se reviste con las siglas o los eslóganes que hagan falta, en función de lo que diga la demoscopia.

Se configura así un escenario global en el que la voluntad de los pueblos queda un tanto desnaturalizada. O bien porque los mismos, con triquiñuelas legales o a partir de situaciones de dominación previas, son suplantados por verdaderos emperadores del siglo XXI, o bien porque aunque el pueblo tenga la ensoñación de votar a sus representantes, el caldo en el que todo ello se mueve está contaminado por altas dosis de intrahistoria y pararrealidad que insuflan grandes cantidades de falsedad en el todo. Supongo que una cosa, la otra o las dos, es lo que ha pasado en Rusia, ese gran país en todos los sentidos, hoy a los pies de una determinada ideología y sus muy concretos actores, donde la siempre necesaria oposición está prácticamente fuera de juego y tiene escaso margen.

El poder, para que no sea dañino, ha de ser siempre temporal, controlado y circunscrito a la esfera que le sea propia. Si todo eso se pierde, y el poderoso llena todo el espacio durante todo el tiempo, sin control, tal ejercicio de poder es la antesala del caos, y dañará a quien esté bajo su influjo. Por eso me ha preocupado esa noticia, motivo de esta reflexión. Ya me dirán si están o no de acuerdo con ella, según su siempre importante, único y singular punto de vista.