Si no resulta factible que pueda verse disminuida de manera significativa la huella ecológica de las familias sin una reducción del acelerado ritmo de consumo alcanzado por este modelo de sociedad, es de suponer que habrá que cambiar la forma de vivir sin dilatarlo demasiado. Sin embargo, la programación económica y social establecida a lo largo del tiempo, así como la enorme disparidad existente en el nivel de progreso de los diferentes países que forman el mapa mundial, son factores que dificultan el objetivo de construir un desarrollo sostenible y respetuoso con el medio ambiente. Se ha originado una dinámica de crecimiento económico incompatible con la conservación del medio ambiente, y la idea de que el éxito social y la felicidad personal son cuestiones íntimamente ligadas a la adquisición y acumulación de bienes materiales, acaba siendo una fuente inagotable de energía cuyas emisiones contaminantes son la causa de muchos de los graves problemas que no solo ponen en riesgo la vida en el planeta, sino que obstaculizan la configuración de un mundo más solidario, pacífico y racional.