Hace ya más de un mes de las pasadas Navidades, por ello, cuando escuché que Antonio había hecho acopio de turrón duro de almendra y sabiendo que no es un rata ávido de ahorros, me quedé perplejo. La explicación viene de seguido. Adelanto que Antonio no solo es un consumado montañero sino que en su federación madrileña tiene la consideración de técnico en senderos, es decir que conoce todos los vericuetos de los sistemas montañosos de su zona, se ocupa de su mantenimiento -retirar los posibles obstáculos, avisar incidencias, reparaciones a mano, etc.- y señalización -sé que con la ayuda de chavales de un club juvenil, botes de pintura y brochas repasan las señales de los senderos y rutas-, en fin que mi amigo Antonio es un deportista que hace de la montaña prácticamente su segundo hogar. Su mochila es un almacén de todo lo inimaginable. Y ahí incide lo del turrón porque explica las ventajas caloríficas, energéticas, de dicho dulce, que siempre vienen bien en momentos de esfuerzos físicos específicos, y que por su componente de miel no caduca, no se echa a perder aunque pase mucho tiempo. Y si el turrón es más barato fuera de las fechas navideñas, miel sobre hojuelas pienso yo.