Un soldado tailandés con un rifle de asalto y muchas balas fue a un centro comercial hasta arriba de gente y se puso a repartir plomo. Treinta muertos y casi el doble de heridos. Durante la matanza -que duró 15 horas- publicó fotos y vídeos en las redes sociales, un ambiente propicio para la incubación y desarrollo de patologías gravísimas del yo. Y del tú: el tiroteo disparó su audiencia. En televisión, un experto lo resumió (bien y mal a la vez) en la frase "el morbo nos llama".

No sé si el morbo nos llama a todos, pero es seguro que los morbosos descuelgan pese a que desde la palabra estamos advertidos de que ser morboso es lo contrario de ser sano. "Morbo" llega del latín -"morbus" (enfermedad)- y en castellano define el interés malsano por personas o cosas y la atracción hacia acontecimientos desagradables.

El morbo está en el círculo de personas que se forma en torno al muerto en la calle, en la audiencia televisiva de La isla de las tentaciones (por citar el último reality), en la búsqueda en internet de la foto de la chica violada y en el vídeo de los chavales abusando del débil que circula por los móviles. Como género, nunca tuvo tantas posibilidades públicas ni audiencia tan alta, pero no unánimes. El morbo llama. No le cojas.

El morbo advierte desde la palabra que es la enfermiza atracción por lo malsano. Pese al prestigio de que goza todo lo negativo convendría limitar el uso de expresiones como "me da morbo". También el consumo: uno es más morboso cuanto más atiende la llamada del morbo. No hay justificación. Una cosa es que nada humano te sea ajeno y otra que te sean propias o apropiadas todas las vilezas y sordideces. La buena noticia es que el morbo se cura evitando el contacto con lo morboso.