El procedimiento de impeachment del actual presidente de los EEUU ha enfrentado a Demócratas y Republicanos en una batalla donde los segundos han actuado con una lealtad al jefe por encima de un análisis en conciencia de lo realmente sucedido. Salvo Mitt Romney, Nancy Pelosi, speaker de la Cámara, retrasó la formalización del proceso hasta que han sido agobiantes las evidencias de que Donald Trump ha abusado de su poder y luego ha obstruido la labor de la Justicia. Solo entonces se animó "porque si no lo hiciéramos, piensen en lo bajo que habría caído nuestra democracia". El Senado ha acabado con el procedimiento en poco más de una semana al no aceptar más testigos y entre ellos a John Bolton, que hubiera sido muy importante por ser un halcón Republicano que fue Consejero de Seguridad Nacional. En un libro aún no publicado pero ya filtrado en parte, Bolton deja claro que el presidente utilizó mal con Ucrania los poderes que le da la presidencia y no lo dice de oídas sino de primera mano.

La postura Republicana es que el presidente dirige la política exterior y en Ucrania solo trataba de luchar contra la corrupción. Afirman que los Demócratas no soportan a Donald Trump y que tratan de desbancarlo por las bravas alterando la voluntad popular, en lugar de esperar a las elecciones del próximo 3 de noviembre. Algunos admiten que lo que Trump ha hecho puede no estar bien, pero descartan que haya cometido un delito o que sea suficientemente grave como para justificar su destitución. Así que lo han absuelto en el Senado tras rechazar oír a más testigos con el argumento de unos traerían otros y sería el cuento de nunca acabar.

La derrota de los Demócratas ha sido total. Se atribuye a Ralph Waldo Emerson la frase de que "cuando golpeas a un rey, tienes que matarle". Y los Demócratas no lo han conseguido y ahora han quedado muy tocados porque del procedimiento de destitución surge un Donald Trump crecido, como ha demostrado el pasado martes en su triunfalista discurso sobre el Estado de la Unión. Es el único presidente que irá a elecciones tras un proceso de destitución y él tratará de volver este hecho a su favor en una campaña electoral donde se presentará como la víctima de una caza de brujas y no como el villano que los Demócratas afirman que es. Su popularidad ha subido estos días hasta el 49%, la más alta desde su elección aunque según Gallup sea el único presidente en la Historia que nunca, ni un solo día, ha tenido el respaldo de la mayoría de sus conciudadanos. La polarización de la sociedad norteamericana es hoy mayor que nunca entre quienes le adoran y los que le odian.

Y mientras, la economía va como un tiro (otra cosa de la que Trump presumió en el discurso del martes) y el empleo está en los mejores niveles de los últimos 50 años, lo que no quiere decir que todo vaya bien porque las desigualdades son escandalosas, las zonas deprimidas siguen estándolo y el déficit comercial se ha disparado. Un análisis reciente de Jean Pisani-Ferry en Project Syndicate no atribuye el éxito económico de Trump a su cacareada política comercial (nacionalismo, proteccionismo, etc.), ni a la bajada de impuestos a las corporaciones, sino al expansionismo de raíz Keynesiana y a los estímulos fiscales y monetarios que han fomentado el consumo. Y esto tiene mérito porque Trump lo ha hecho con pleno empleo, con baja inflación y con bajas tasas de interés, que es algo que los economistas tradicionales considerarían arriesgado y que demuestra que en ese contexto hay más margen de maniobra para una política expansiva que el que se pensaba.

En todo caso, en las elecciones del próximo 3 de noviembre no harán falta intromisiones rusas, como está probado que hubo en 2016 para perjudicar a Hillary Clinton, porque la crisis de legitimidad del sistema ya se ha conseguido al existir en muchas mentes dudas de que el presidente ha hecho, hace y hará trampas para mantenerse en el poder. Cosa que, por otra parte, no parece imposible que pueda suceder pues Trump hará suyo el argumento de sus abogados de que todo lo puede hacer para su reelección si piensa que eso es bueno para el pueblo norteamericano. Y de eso Trump no tiene la menor duda. Hakeen Jeffries, miembro de la Cámara ya ha dicho que "¿cómo podemos saber que la próxima elección será limpia?", y Adam Schiff, que ha dirigido el fallido proceso de destitución, ha sido más duro: "¿puedes confiar en tu presidente? No, no puedes. Él no va a cambiar y tú lo sabes". Trump ha sido absuelto, pero la mancha del impeachment le perseguirá toda su vida y probablemente su último capítulo solo se escribirá el próximo 3 de noviembre.

Los Republicanos están hoy envalentonados. Durante el discurso sobre el Estado de la Unión cantaban "¡Cuatro años más!" Y la verdad es que el desmadre de los Demócratas en los caucus de Iowa les ha hecho dispararse un tiro en el pie. Más vale no pensar cómo sería una segunda presidencia de un hombre al que la victoria le confirmaría en los modos y formas que ha exhibido hasta ahora. Y en este momento su victoria parece más probable que antes.

Pero aún faltan diez meses para las elecciones y es mucho lo que puede ocurrir en este tiempo.