Los Resentidos lo tenían claro: Galicia es sitio distinto para bien y para mal. Aunque se repita el buscar la coincidencia electoral con los vascos, Galicia es sitio distinto. Aquí la derecha no abjuró del centro, ni hay tres derechas, ni Feijóo es Casado. Porque Galicia es sitio distinto, más que por cualquier otra cosa. Para bien y para mal. A Feijóo no le convienen nada ni los elogios ni los apoyos electorales de los Casados, de las Cayetanas o de los Teodoros y mucho menos su presencia en campaña. No vaya a ser que lo confundan con esa derecha que zozobra a fuerza de escorarse a estribor. Por las mismas razones tampoco le viene bien una alianza con Cs y con su mentor en Galicia, Paco Vázquez. A Feijóo lo que más le conviene es que la Virgencita lo deje como está: solo, es cierto, pero ocupando todo el centro político. Y esto será siempre para bien, porque con toda seguridad Feijóo va a ganar las elecciones en Galicia, debido precisamente a que es sitio distinto. Otra cosa es que Feijóo alcance la mayoría absoluta que el PP va a precisar para formar Gobierno. Pero en este caso la cosa no tiene por qué ser para mal. Puede ser para bien si desde este sitio distinto se empuja a don Alberto a abandonar su rincón de confort y a emprender la trascendental tarea de extender su ocupación del centro político a toda España; al frente de un partido renovado o refundado pero, en todo caso, nuevo. No parece que exista hoy, en lo que es el centro derecha español, un líder o lideresa con más credibilidad centrista, experiencia política, exitosa carrera como servidor público y habilidad gestora, que pueda liderar la recuperación de los liberal-conservadores españoles. Quizá se le aproxime Ana Pastor con la que, en cualquier caso, podría conformar el tándem perfecto para emprender una tarea como esta. Otros líderes del PP con capacidades personales valiosas, o se quemaron en la lucha política, o se chamuscaron por su proximidad a la corrupción o no han alcanzado el bagaje y el reconocimiento necesarios para abordar, con éxito, los cambios organizativos, doctrinales y políticos precisos para liderar y representar a los demócratas centristas, liberales y conservadores, que hoy se sienten políticamente huérfanos.