El final del procedimiento de inhabilitación de Trump, con los senadores republicanos cerrando filas „con una sola excepción„ alrededor del presidente, le ha dado a este la oportunidad para comenzar su campaña de reelección que, de acuerdo con todos los indicios, tampoco va a producir muchas sorpresas. Las alternativas electorales siguen en los Estados Unidos claves muy simples, tanto como para que resulte en la práctica imposible salirse del bipartidismo demócratas/republicanos, y es crucial a tal respecto que queden muy claras las opciones que se proponen para derrotar a un presidente en busca de su segundo mandato. El partido demócrata ni ha conseguido sacarse de encima aún el legado Obama, ni cuenta con un mensaje lo bastante firme, ni tiene un candidato capaz de multiplicar las pocas esperanzas.

Siendo así, sorprende que el señor Trump no se fije metas más altas que las de seguir instalado en la Casa Blanca. Ganar un Premio Nobel, por ejemplo. El más obvio al alcance de los estadistas de renombre es el de la Paz y, en favor de sus méritos para lograrlo, habla el precedente de su concesión en 1994 a Yasir Arafat, Simon Peres e Isaac Rabin por sus esfuerzos en favor de un acuerdo entre Israel y Palestina. También Trump ha presentado su propio plan de paz para el Oriente Próximo y las probabilidades de que supere en eficacia los acuerdos de Oslo alcanzados por Rabin y Arafat son nulas, así que resulta un candidato excelente para el premio. Si tiene que ser compartido, que se lo den de paso a Maduro.

Pero quizá sería más oportuno conceder a Trump el Nobel de Economía, habida cuenta que nadie ha hecho más que él por volver al proteccionismo de hace un siglo y, de paso, cargarse los mercados. Como dijo Fidel Castro, no se puede hacer una tortilla sin romper unos cuantos huevos y Trump está a punto de acabar incluso con las propias gallinas. Pero quizá le cuadre aún más otro premio de contenido científico de mayor altura: el Nobel de Medicina. Mientras el pánico cunde por el planeta entero, se suspendió el congreso mundial de telefonía móvil de Barcelona y la cuarentena alcanza millones de personas, Trump ha pronosticado que el coronavirus desaparecerá en abril con la llegada de la primavera y el final de las inclemencias invernales. Cierto es que no ha caído en que el planeta es esférico y lo que llega con el mes de abril en el hemisferio sur es el otoño pero ¿para qué detenerse en detalles enojosos que impiden ver las grandes verdades? El Senado de Washington así lo ha reconocido al desechar tonterías como la de que declarasen testigos cuando estaba claro que lo que cuentan en los delitos son los votos del tribunal. En los delitos y en los premios. Falta ahora que el próximo premio Nobel, incluso el de Literatura si hace falta, lo decidan los senadores republicanos.