De las pocas promesas políticas de cuyo cumplimiento estamos seguros son las de Feijóo y Urkullu sobre las elecciones autonómicas convocadas para el 5 de abril. Como las anteriores se celebraron en ambas autonomías el 25 de septiembre de 2016 se restan cinco o seis meses a las legislaturas, reducción que no es mucha pero tampoco insignificante. Se debería dar alguna explicación de ello a los electores pero tampoco tiene mucho interés indagar los motivos de estos adelantos. No hay problemas internos en los respectivos gobiernos ni en los partidos que los sostienen. Tampoco parece que la oposición vaya a hacer peligrar el sillón de Feijóo y Urkullu, así que aceptemos eso de que no quieren coincidir con las elecciones de Cataluña que Torra tiene aún pendiente de fecha. No acabo de entender los temores a esa coincidencia porque, se produzca o no, lo cierto es que la política catalana ya pesa, poco o mucho, en la intención de voto de los respectivos electorados y, por otra parte, no es lógico pensar que gallegos y vascos van a votar al son de la política catalana y no atender a lo que se juega en Galicia y el País Vasco. En todo caso, el 5 de abril iremos a las urnas.

Y ese día dos preguntas, ¿qué se juega cada cual? y ¿qué nos jugamos como sociedad? No puedo responder a la primera que queda al leal saber y entender de cada quién. Para abordar la segunda echo mano de del panorama político en el País Vasco tal y como lo auguran los sondeos. El último conocido ofrece unos resultados desoladores para el constitucionalismo, entendiendo por tal no ese modelo que resulta de elegir a la carta unos artículos desechando el resto como hacen los nacionalistas y UP, sino el completo modelo político, social, jurídico y territorial surgido de la transición y enmarcado en la CE de 1978. A día de hoy el nacionalismo que añora la independencia en el País Vasco, PNV y Bildu, supera el 60% del voto y suma 60 de los 75 escaños del parlamento de Vitoria. Si añadimos, que es lo lógico, los 7 u 8 de Podemos y su 10% de votantes, el futuro político de aquella autonomía y sus consecuencias sobre el futuro nacional se presenta poco tranquilizador para quienes creemos que la Nación no tiene por qué haber llegado a su final ni tiene por qué ir a peor su futuro.

Por eso entiendo que los resultados de Galicia tendrán, además de los obvios efectos sobre el futuro de Galicia y la circunstancia vital de sus habitantes, una evidente trascendencia en la política nacional y por eso conviene a Galicia y a sus gentes pero también, y justamente por eso, también a España, que el día 5 de abril el constitucionalismo obtenga el apoyo mayoritario, abrumadoramente mayoritario, de los gallegos. Un apoyo en votos que facilite la formación de un gobierno constitucionalista sin fisuras. Desconozco las negociaciones entre el PP, Cs y Vox, con vistas al 6 de abril. Del PP con el PSdeG para qué hablar, mejor no llorar sobre la leche derramada. No acabo de ver acuerdos o coaliciones previas porque la solidez del PP es manifiesta y se comprenden las reticencias de Feijoó al respecto, aunque se entiende que Cs busque un acuerdo preelectoral también en el País Vasco para eludir el peligro real de su desaparición. Ellos verán, pero lo que importa es que la pequeña política no arruine el objetivo principal de conseguir un gobierno constitucionalista. Por eso importa igualmente que Vox reciba el tratamiento que merece la tercera fuerza en el Congreso y el socio que apoya en Andalucía, Madrid y Murcia, además de aceptar, sin dudas, el marco constitucional y democrático. No se entendería, por eso, que en Galicia se repitieran decisiones tan injustificadas como la que a propósito de las Comisiones se adoptó en el Congreso. A apoyar al constitucionalismo contribuye además el panorama de divisiones que ofrecen las fuerzas de enfrente por si sus reticencias o rechazos del marco constitucional no fuesen suficiente motivo. Que un gobierno coaligado de estas fuerzas, lamentablemente con los socialistas, se sume a la desestabilización de ese marco y garantice varias voces de mando como en Moncloa no es la mejor recomendación para el día 5 de abril.