Una llamada Asociación de Abogados Cristianos presentó una denuncia en 2017 contra el actor Willy Toledo acusándole de haber ofendido los sentimientos religiosos de los católicos españoles por el hecho de haber escrito en Facebook un texto en el que se contenían expresiones tales como "me cago en Dios" y "me cago en la Virgen". El texto formaba parte de un mensaje de apoyo a tres mujeres sevillanas que estaban siendo juzgadas por haber salido a la calle con una vagina de plástico de casi dos metros de largo como si fuese un paso de Semana Santa en una supuesta procesión del "coño insumiso". (Por cierto que, las de la cofradía del "coño insumiso" acabaron por ser absueltas). En el curso del interrogatorio ante la juez que entiende del asunto, Toledo alegó que nunca tuvo intención de ofender sentimientos religiosos ajenos y que tales expresiones formaban parte de su derecho a la libertad de expresión. "Mis palabras pueden ofender -dijo- igual que a mí me ofenden expresiones homófobas y machistas, pero jamás se me ha ocurrido perseguir a nadie por sus pensamientos políticos". Una actitud que le lleva, por ejemplo, a oponerse a la iniciativa del PSOE de introducir en el Código Penal el delito de apología del franquismo. "Eso me parece una barbaridad. Una cosa es decir '¡Viva Franco!'. Y otra es decir 'vamos a la calle a matar rojos". Toledo remató su alegato expresando su esperanza de que este sea el último que se celebre en España para perseguir la libertad de opinión. Algo más de treinta años desde que se suprimió del Código Penal el delito de blasfemia parece un tiempo prudencial para que el espíritu de la tolerancia haya sido asimilado por la ciudadanía. Al margen de estas consideraciones, hay que reconocer que expresiones como "me cago en Dios" y "me cago en la Virgen" son de uso corriente entre los hablantes españoles. Ninguno de los que recurre a ellas para enfatizar una opinión o simplemente expresar un sentimiento es consciente de haber pretendido ofender a las más altas instancias de la divinidad. Y tampoco hay constancia de que desde esos mundos estratosféricos hayan llegado de vuelta quejas al respecto. La defecación retórica y puramente simbólica tiene una rica tradición en todas las lenguas del Estado y continuamente suben al diccionario nuevos hallazgos. Puede uno cagarse en diez, en la hostia, en la puñeta, en la leche, en la mar salada, en la sota de bastos y en la de oros. Incluso te puedes cagar en la madre de otro y hasta en la de uno como es costumbre en Asturias, donde puestos a cagar encima de algo difícil de definir puedes hacerlo también en el propio manto; o en los muertos, con tal de que sea solo en los ajenos. En los años del Bachillerato era cosa relativamente frecuente oír esta frase "La cagaste Burt Lancaster". Más adelante en el tiempo, ya en la universidad, en el café y durante el juego de naipes se decía enérgicamente "¡Caga el tres!" para exigir al oponente la entrega de esa carta en un lance del tute.