El pasado jueves fue el Día Mundial de la Radio. ¿Se me escucha? La radio es mágica y fiel compañera. Nos alerta, informa, entretiene y ameniza. No imagino mejor compañía para un atasco. Sí imagino mejor compañía en la cama, recién despertado, pero es ella la que me despierta, la radio. A la radio la tienen descuidada los poetas, que se ponen cachondos con la primavera, la melancolía, la muerte y la existencia, teniendo ahí a la radio, que es a veces el reverso de nuestra alma, la voz interior o exterior, nuestra informadora y la que nos da en día tonto salsa y ritmo. Merece odas, sonetos y hasta versos sueltos. Yo crecí escuchando el Carrusel Deportivo, ya saben, descanso en Ipurua, peligro en Las Gaunas y penalti en San Mamés. Escuché también mucha radio de madrugada, cuando la Facultad, como buen estudiante que hace cualquier cosa con tal de no estudiar. Me di un atracón de tertulias cuando la fiebre política era inmensa. Lo sigo haciendo pero con una brizna más de escepticismo, unos cuantos años más y con el dial interior moviéndose sin sectarismos. Me gustan las entrevistas, las conversaciones, los todonoticias. Las columnas habladas y hasta los silencios, que a veces son elocuentes. Una vez fui a una tertulia y me quedé callado. Fue por timidez pero lo tomaron como original rebeldía. Me quisieron incluso hacer un contrato, pero me quedé callado. Cuando el silencio se hizo muy incómodo puse la radio. Pero eso es ya otra historia que no voy aquí a radiarles.

Si fuera cursi diría que soy un enamorado de la radio, pero como ha sido San Valentín voy mejor a proclamar el amor a mi mujer, que es incapaz de dormirse sin la radio, dónde habré puesto los auriculares, y que para cuando yo tomo café a ver si encuentro mi sitio en el mundo, ella me hace un boletín personal, radiándome titulares de la radio. Las palabras no se las lleva el viento. Permanecen si el que las recibe sabe guardarlas. Tampoco una imagen vale más que mil palabras. Supongo yo que dependerá de la imagen y de las palabras. Antaño, la radio era un gran aparato, un electrodoméstico alrededor del que se reunían las familias. Hoy es una aplicación del móvil en la que puedes escuchar Canal Sur o Radio Kiev, sin olvidar los podcast, o radio a la carta. Yo soy muy de ponerme entrevistas con escritores mientras preparo la lechuga con atún o abro el Rioja. Habría querido ser radiofonista pero llegué tarde al reparto de talentos. Y, sobre todo, me canso de oírme. Por eso admiro a esos conductores de largos programas que van edificando la realidad de la jornada a lo largo de la mañana a base de palabras. Una detrás de otra. Como muro frente a la soledad.