Joserías y la Presidencia de la Xunta. En dos meses desde la toma de posesión de Sánchez y su gobierno ya nos han servido discrepancias importantes entre los dos socios en asuntos no menores, inmigración, responsabilidad de Marlaska, libertad sexual y C. Penal, responsabilidad de Campo, socialistas ambos. Por no hablar del desleal mensaje de Díaz e Iglesias, apretad que tenéis razón, a las gentes del campo que protestan contra el mismo gobierno en el que está Planas, de Agricultura. Los emuladores de Torra con los jóvenes bárbaros de CDR entienden así las relaciones con el socio de gobierno.

Si eso pasa con dos socios qué ocurriría con seis en la Xunta. Con el bipartito se hablaba de dos gobiernos y se acusaba al presidente Pérez Touriño de consentir algunas posiciones y medidas del BNG en abierta discrepancia con el socio socialista mayoritario en la Xunta y el parlamento. Ahora serían seis los partidos coaligados para desplazar a Feijóo. Los socialistas, el BNG, Podemos, IU, Mareas y Anova, todos con voluntad de sillones y convencidos de tener la razón. Sánchez ha inaugurado los gobiernos con cuatro vicepresidencias, con dos más aquí todos contentos y luego a repartir las carteras clásicas y otras nuevas, la del Año laico compostelano que toca en 2021, por ejemplo. El problema no es formar gobierno, siempre hay candidatos, sino gobernar. Sobre todo, si solo se coincide en lo de derribar a Feijóo y si los seis cabezas de serie se consideran líderes imprescindibles del progresismo y quieren demostrarlo a diario para cautivar los seis a los mismos electores.

En las filas del sedicente progresismo había pocas ganas de unidad, de ahí la renuncia de Villares a la política y su retorno a la judicatura. Por cierto, que tarda la prohibición de este retorno para jueces y fiscales por aquello de la mujer del César. También lo de Villares invita a repensar algunos lugares comunes a propósito de la opción entre aquellos que desde su profesión acceden a la política por unos años y muestran poca resistencia a la adversidad y poca inclinación a aceptar la imprescindible disciplina partidaria y aquellos políticos forjados en la vida partidaria y capaces de digerir disciplinadamente los sapos y culebras propios de la política. Al final Podemos, Anova, IU y Mareas concurren bajo la misma denominación y dirigentes de las distintas formaciones encabezarán las distintas listas provinciales en Galicia. Si añadimos al BNG y al PSdeG serían seis los partidos a pelear por las carteras y a imponer su opinión en el gobierno. No es eso precisamente lo que se necesita en la Xunta.

En el otro lado las cosas estaban claras y por si acaso las ha aclarado más Feijóo. Algo que hablar de listas y programas, pero muy poco, con Cs porque en Galicia siempre han estado desaparecidos incluso con Rivera. Y nada con Vox desde que Espinosa de los Monteros, ¡qué culpa tiene el precioso y antiguo pueblo de las Merindades del norte de Burgos!, se empeñó en sumar a Feijóo a la tropa nacionalista que amenaza el orden constitucional. Sea por tacticismo electoral, sea porque lo piensan seriamente, sea por la tendencia irrefrenable a la desmesura que identifica a Vox o sea por desconocimiento absoluto de lo que sucede en Galicia, ante semejante desvarío solo se me ocurre exclamar, ¡Menuda vista!