En realidad, la sustancia de la vida es la amenaza. De ahí viene todo lo demás a lo que llamamos vida, básicamente remedios (más bien paliativos) para sobrevivir: cotidianeidad, orden, vicios varios, filosofías, entretenimientos, costumbres, religiones, amor, arte y literatura, ambiciones, educación, deportes, y, por supuesto, sanidad. Lo siento, y más todavía hoy (todavía bajo la amenaza en tiempo pasado del evasivo descanso), pero hay que hablar del coronavirus, o como ahora se llame, y este es un modo. Lo que más inquieta es su solemnidad, el modo imperturbable e inexorable con que se va acercando su mancha sobre el mapa. Hacemos vida entre enfermedades terribles y mucho peores, pero esta se presenta con un gesto enigmático y torvo. No hay vacuna, así que, el que sepa divertirse, lo mejor que puede hacer es entregarse al Carnaval, pensado justamente para vengarse de las penas.