Como sabrán ustedes, el pasado 26 de febrero se reunió en la Moncloa la pomposa "mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat" que fue una exigencia de ERC para hacer posible la investidura de Pedro Sánchez. Por lo que ha trascendido de lo que allí sucedió, todo parece indicar que ambas instituciones han iniciado un juego de pillos caracterizado por lo que, en el Derecho negocial, se denomina la "reserva mental". Se trata de un vicio de la voluntad consistente en que hay una voluntad externa que se declara querida cuando internamente lo que se desea es otra cosa diferente. Es, en definitiva, la falta consciente de correspondencia entre la voluntad externa expresada y la voluntad interna reservada.

Pues bien, en el caso de la "mesa del diálogo" estamos, a mi juicio, ante un juego de pillos porque Pedro Sánchez, al tener como objetivo personal permanecer en el Gobierno, sacrifica cualquier cosa, incluso la palabra dada, para lograr esta finalidad; y porque, Torra y los independentistas amagan con negar el apoyo al gobierno con el fin de obtener a cambio las mayores prebendas y privilegios en su camino ilusorio de la independencia de Cataluña. Y hablo de "reserva mental" de los dialogantes, porque ambos, el Gobierno, a través de Pedro Sánchez, y la Generalitat, por medio de Torra, han manifestado una voluntad como querida cuando en el fondo ambos desean otra cosa.

En efecto, Pedro Sánchez sabe perfectamente que, a día de hoy y rebus sic stantibus, toda su actuación tiene como límite la Constitución: no puede ceder en un tema que se salga de los límites de la Constitución, entre los cuales están el de "la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles" (art. 2 de la CE) y el de la soberanía nacional del pueblo español en su conjunto (artículo 1.2 de la CE). Y Torra sabe también que, bajo la legislación vigente, es imposible la celebración de un referéndum sobre un inexistente derecho de autodeterminación de Cataluña y la declaración de independencia.

Pero tan cierto como eso es que a ambos les interesa alargar lo más posible la representación teatral de la citada mesa de diálogo entre iguales (?), lo cual permitirá a ERC justificar la abstención en la fijación del techo de gasto y a Pedro Sánchez avanzar en la confección de los presupuestos generales de 2020.

Pues bien, ¿qué se les ha ocurrido a estos dos pillos? Pues emitir un comunicado conjunto en el que cada parte encubre lo que realmente quiere mediante el empleo de una expresión políticamente neutra. Así, en el comienzo mismo del comunicado conjunto se disfrazan las exigencias del referéndum de autodeterminación y de la independencia con la expresión "conflicto político"; y el necesario respeto del Gobierno a la Constitución se tapa con la advertencia de que "cualquier acuerdo que se adopte en el seno de la mesa se formulará en el marco de la seguridad jurídica".

Suele suceder que quien se ha enfrentado reiteradamente con un problema sin poder resolverlo ofrece como solución un cambio de nombre (el llamado gatopardismo o lampedusismo). Así sucedió, por ejemplo, con el problema de la hambruna africana que se tapó con el rimbombante título de la "Seguridad Alimentaria" en una conferencia que se celebró en Madrid en febrero de 2009 ("Reunión de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria", organizada por la ONU y el Gobierno español). O con las bajas incentivadas en octubre de 2008 por la entonces Telefónica a partir de los 48 años a las que la empresa denominó "desvinculación anticipada" de la relación laboral.

Pues bien, algo parecido acaba de ocurrir con la Constitución y, tal vez en menor medida, con el problema de la independencia. En la mesa de pillos con reserva mental de la que vengo hablando, seguramente fueron los independentistas los que propusieron que no se hablara de la Constitución, sino de "seguridad jurídica". Lo cual es lógico si pensamos en el escalofrío que debe producirles cualquier referencia a la Constitución, que es el dique que contiene sus delirantes pretensiones y la que ha motivado que sus líderes estén en prisión condenados por sedición. Y claro, dadas las amplias tragaderas de Sánchez, es imaginable que no insistiera demasiado en que se emplease el término Constitución.

Y en lo del "conflicto político" lo más probable es que fuese el Gobierno de la Nación el que solicitase a ERC que en lugar de hablar de independencia y del derecho de autodeterminación, se enmascarasen bajo la expresión "conflicto político" las peticiones de los independentistas.

Y todos los pillos tan contentos porque gracias a estas nuevas denominaciones la mesa para el diálogo no solo no fracasó desde el primer momento, sino que ha acordado reunirse cada seis meses.