Uno de los mayores descubrimientos de la pasada década 2010-2019 es la técnica Crispr-Cas9, conocida como edición genética humana. Se trata de un mecanismo avanzado de ingeniería genética que permite cortar de forma precisa y al parecer segura segmentos específicos de ADN y reemplazarlos por otros especialmente elegidos. Descubierto en 2012 por Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, la edición genética puede utilizarse para células adultas y para células de la línea germinal. Mientras que en el primer caso se presenta como una técnica de poderosas y beneficiosas consecuencias si se aplica correctamente con fines terapéuticos, la edición genética de gametos y embriones genera mayores reparos bioéticos. La potencialidad eugenésica que encierra esa manipulación de la vida naciente, así como las desconocidas consecuencias que tiene modificar el genoma humano alterando la integridad de la especie, llevaron a la mayoría de los científicos implicados en este hallazgo a pedir una moratoria en su aplicación. Sin embargo, en 2018 un científico chino anunció el nacimiento de los primeros bebés genéticamente modificados. La condena a ese experimento fue casi unánime en la comunidad científica.