Aquí no hay playa", cantaban proféticamente hace cosa de treinta años los entonces jóvenes miembros del grupo The Refrescos, a los que un estudio publicado en el Nature Climate Change viene a darles ahora la razón. Aunque ellos se referían a Madrid, de aquí a unas pocas décadas el cambio climático se va a llevar por delante la mitad de los arenales del mundo y gran parte de los de España, si hemos de creer a los investigadores que acaban de llegar a tan cenicienta conclusión.

El pronóstico no puede ser más desesperanzador para un país como este, que basa su economía en la oferta de sol y playa a los turistas. El sol seguirá brillando, incluso más que ahora, con el calentamiento global; pero no va a quedar playa para tanta gente como la que cada año viene a tumbarse en las arenas de España.

Curiosamente, los perjuicios serán más graves en la parte norte del país. Sabido es que el sol baña sobre todo al sur y al levante, mientras que la mayor abundancia de playas se da por la zona septentrional de la Península y, de modo particular, en el litoral de Galicia. Tierra famosa, como se sabe, por la boina de nubes que en invierno y buena parte del verano les pone antifaz a los rayos solares.

Aparentemente es más bien el sol, con el complemento de la sangría y la paella, lo que atrae a las bandadas de británicos, alemanes y demás europeos que verano tras verano afluyen en masa al Mediterráneo y las islas, con grave desdoro de las playas norteñas.

El problema lo van a tener, en realidad, aquellos reinos autónomos en los que el clima recuerda más al de Londres que al de Málaga. Si a la escasez de sol se une la pérdida de superficie en las playas -calculada entre 27 y 60 metros por los autores del aciago estudio-, no va a quedar nada que ofrecerles a los turistas por estas tierras. El románico y el marisco no parecen estímulo suficiente para los viajeros que vienen a secarse de las humedades del norte y centro de Europa.

La única esperanza reside, paradójicamente, en el mismo cambio climático que nos va a dejar antes de fin de siglo sin playas en las que echar la toalla. Bastaría con que se cumpliesen los augurios sobre el calentamiento global que predicen subidas de entre cuatro y cinco grados en la temperatura de las próximas décadas.

Galicia y los demás territorios del norte pasarían a ser entonces lugares vagamente tropicales. Algo así como una versión mejorada del Caribe, con un agradable calorcito y el añadido de las nécoras, los percebes y las centollas que, gracias al calentamiento de las aguas, saldrán ya medio cocidas del océano.

Lo malo es que el deshielo de los casquetes polares y otros fenómenos climáticos extremos provocarán también una crecida de varios centímetros en el nivel habitual del mar que, fatalmente, se comerá a muchas de las setecientas y pico playas gallegas. A los vecinos del sur peninsular siempre les quedará el sol, por más que para entonces alcance calenturas saharianas, de acuerdo con el pronóstico de los expertos en estas cuestiones de la atmósfera.

Por fortuna, nada de lo previsto se ha cumplido de momento. Los arenales siguen en su sitio en toda España y el calor, mal que bien, se va sobrellevando. Otra cosa es que convenga ir guardando fotos de las playas por si los científicos aciertan y de aquí a medio siglo ya son solo un recuerdo. Igual The Refrescos llevaban razón.