Recientemente leí un artículo en un diario que me causó una profunda indignación. Una interpretación subjetiva que se ceba, otra vez más, con la parte más débil del sistema penitenciario, y no me refiero a los internos, sino al Cuerpo de Ayudantes de Instituciones Penitenciarias.

Por lo visto, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias ha empezado a diseñar una nueva Ley de Cuerpos de funcionarios de prisiones. Pese a que dicho artículo estima que somos parte imprescindible, en dicha Ley cobrará relevancia la figura de ciertos profesionales como criminólogos, psicólogos, sociólogos, educadores y pedagogos considerándolos los más necesarios en estos momentos. Lejos de buscar un conflicto entre profesionales o negar la importancia mayúscula de la labor de estos trabajadores, todo hace pensar que, otra vez más, la Administración nos continuará discriminando.

Por un lado, sorprende la parsimonia de nuestros responsables otorgándose el dilatado plazo de una legislatura para solucionar un conflicto laboral que lleva enquistado mucho más tiempo de lo deseable. Durante este periodo, caracterizado por una ausencia total de diálogo entre Administración y parte social, se realizó una huelga general y diversas concentraciones de funcionarios a lo largo y ancho de nuestra geografía. Hasta ahora, ninguna de las demandas de los trabajadores ha sido atendida. Irónicamente, cuando nuestros dirigentes actuales estaban en la oposición no dudaron en apoyar, a viva voz, nuestro colectivo, denunciando, ante los responsables de aquel momento, el estado deplorable al que habían llegado nuestras condiciones laborales y exigiendo una solución inmediata a dicha situación. Parece que la urgencia de ciertas políticas se mide con diferente unidad de tiempo según los sillones que se estén ocupando en el Parlamento.

Otro factor discriminatorio es la ponderación de la relevancia de unos trabajadores sobre otros. Sin duda, para lograr el mandato constitucional de la reinserción social es fundamental la labor de los profesionales citados anteriormente. No obstante, debemos considerar que sobrevivir en prisión no es tarea sencilla. En una comunidad cerrada compuesta exclusivamente por individuos que no respetaron la ley no hace falta "buscarse" los problemas. Éstos ya vienen solos. Siendo así, la situación penitenciaria de un interno puede dar un vuelco radical en el momento menos esperado y todo el esfuerzo empleado en el tratamiento del mismo puede ser en vano. El éxito depende de asegurar unas condiciones mínimas de estabilidad, y es ahí donde entran los funcionarios de base, el mayor contingente del sistema penitenciario. Los responsables de garantizar que se cumplan las normas de régimen interior (fundamental para garantizar una convivencia ordenada). Los que velan por la seguridad de internos y trabajadores. Los que asumen más riesgos y, también, los menos reconocidos.

Infelizmente, no hay ningún atisbo de esperanza en el horizonte. Si se me permite la metáfora, tan solo nos queda concienciar a la Administración de que una montaña es hermosa en su totalidad. Admirando exclusivamente la cumbre de la misma despreciaremos toda aquella estructura sólida que le da sustento por el mero hecho de no ser tan visible.