Como era de esperar, hemos visto redoblarse día tras día la ofensiva por tierra, mar y aire contra el candidato sedicente "socialista" a la nominación demócrata. Ofensiva que ha dado sus frutos este Supermartes.

Incluye aquella críticas a su supuesto "radicalismo" ideológico, así como ataques del poderoso lobby sionista y de sus aliados evangélicos a un político cuya ascendencia judía no le ha impedido nunca criticar los atropellos por Israel de los derechos del pueblo palestino.

Los más farisaicos sostienen en su contra que Bernie Sanders no podrá nunca ganar a alguien como Donald Trump y que sacar a este de la Casa Blanca es algo que hay que anteponer a todo lo demás.

Es el argumento de los llamados medios de referencia, a los que siguen ciegamente las agencias de todo el mundo y los corresponsales extranjeros destacados en Washington.

Los llamados medios "liberales" -el New York Times, el Washington Post, la cadena CNN- se han pasado todo el tiempo desde las últimas presidenciales acusando a Vladimir Putin o a los hackers rusos al servicio del Kremlin de ser los responsables de la derrota de su favorita, Hillary Clinton, frente a Trump.

Y ahora pretenden utilizar parecidos argumentos frente a Sanders. Todo menos reconocer que el fracaso de la anterior candidata demócrata a la Casa Blanca tuvo más que ver con su arrogancia y la falta de conexión con la clase trabajadora de su partido que con las injerencias de poderes externos.

Ahora se trata de apoyar a un candidato de "centro", es decir, al exvicepresidente Joe Biden, que se perfila como favorito, o, si fuera absolutamente necesario, a alguien como el exalcalde de Nueva York y dueño de la agencia Bloomberg, capaz con sus millones de comprarse la presidencia del país.

Leo, por ejemplo, que el experiodista estrella del canal ABC Sam Donaldson, al que recuerdo bien desde mis tiempos de corresponsal en Washington, apoya a Bloomberg con el argumento de que es el único que puede evitar un segundo mandato de Trump, que sería aún más destructivo que el primero.

No parece importarle demasiado que Bloomberg se destacase, mientras estuvo al frente de la alcaldía de Nueva York, por una política claramente racista, que convertía a cualquier individuo de piel oscura -ya fuese hispano o afroamericano- en potencialmente sospechoso y susceptible de ser cacheado en plena calle por la policía.

Dada, sin embargo, la fama de Bloomberg, los medios liberales preferirían sin duda a Biden si no fuese porque algunos han comenzado a señalar sus fallos de memoria.

Se dice que Biden es el favorito de la población afroamericana por su estrecha asociación con el primer presidente de color del país aunque no parezca que aquella tenga mucho que agradecerle al demócrata Barack Obama.

Conviene no engañarse: la presidencia de Barack Obama no mejoró en nada la situación de los afroamericanos. La crisis económica se cebó especialmente en la gente de color y el índice de desempleo siguió siendo entre los negros el doble que entre los trabajadores blancos. Nada diferente cabe afirmar del elevado porcentaje de negros e hispanos frente a los blancos entre la población carcelaria.

"Es el sistema, estúpido", podríamos decir, parafraseando al demócrata Bill Clinton. El único político capaz de imprimir, si le dejasen, un cambio de rumbo al país, "el tío Bernie", como le llaman cariñosamente los jóvenes, sus mayores fans, sigue siendo anatema para el establishment. Y es difícil que los resultados de este Supermartes vayan a cambiar las cosas.