En una primera aproximación, el voto, desde la perspectiva del votante, es un acto voluntario y generoso. Es voluntario porque votar es una decisión que no se toma por obligación sino libremente cuyo contenido consiste en hacer uso de un instrumento para la participación política. Y es una acción generosa porque supone dar algo a alguien (la representación parlamentaria) por pura magnanimidad y por el simple hecho de considerar que el votado es quien mejor representa la posición del votante en lo concerniente a la gestión de los intereses generales.

Los caminos a través de los cuales cada elector determina el sentido de su voto son complejos, ya que intervienen muchos factores racionales e irracionales. Por eso, junto a los ciudadanos que tienen muy claro el sentido de su voto, hay otros que tienen dudas a quién votar y los hay, incluso, que no descartan cambiar el sentido de su voto, ya sea porque no les ha convencido la actuación del partido en el gobierno, ya porque le parecen más atractivos los mensajes de los partidos de la oposición.

Pues bien, todo elector que desee formar racional y responsablemente su voto debe tener en cuenta que en la venidera campaña electoral los partidos contendientes no van a comparecer desde la misma posición. Hay un partido, el PP, que ha venido gobernando Galicia y, por tanto, tiene una doble obligación: rendir cuentas de lo ejecutado en la última legislatura, de un lado; y hacer nuevas propuestas para la legislatura entrante, de otro. Desde luego, el PP es la formación política que en la venidera campaña electoral más se va a ajustar a los hechos porque hablará de las realidades conseguidas. Y seguramente ante la alta probabilidad de tener que volver a gobernar será también el partido que más evite la demagogia de prometer irresponsablemente el oro y el moro para conservar el gobierno.

Los partidos de la oposición, aunque no lo parezca, también tienen que rendir cuentas de su actuación: tienen que justificar ante el electorado que, lejos de dedicarse a las meras descalificaciones, efectuaron una crítica constructiva de las propuestas del partido en el Gobierno, así como que plantearon otras alternativas que supuestamente mejoraban aquellas. Y es que así como un gobierno puede ser bueno o malo según cumpla con acierto o no sus cometidos, también se puede calificar a la oposición como buena o mala según desempeñe bien o mal su específica tarea política de censurar la acción de gobierno.

El electorado gallego va a entrar en un tiempo, pues, en el que el PP tratará de convencerlo de que ha gobernado bien, de aquí que su mejor propaganda sea acreditar que ha cumplido lo que había prometido y que ha gestionado con acierto los intereses generales de los ciudadanos gallegos. Mientras que la oposición tratará de hacer visible que la acción de gobierno fue desastrosa y, por consiguiente, para mejorarla hay que elegirlos a ellos. Pues bien, en este andar al daca y toma electoral entre el gobierno y oposición, lo deseable para los electores sería que ambos se ciñesen en la mayor medida posible a los datos (los hechos), que es lo único contrastable, y no a una lucha electoral basada en la simple propaganda de las palabras (dichos).

Pero por lo que vengo detectando tengo la impresión de que la oposición parece que va a batirse en una guerra de propaganda, en la que se utilizan palabras mágicas difusas y poco comprometedoras como por ejemplo presentarse como "una alternativa de gobierno de progreso", sin haber demostrado antes qué se entiende por progreso y que fueron una buena oposición.

Por eso, no hay que descartar que la oposición realice una campaña electoral con una propaganda política muy parecida a la publicidad comercial. Y como para muestra basta un botón, sirva de ejemplo la autoalabanza de Pablo Iglesias, el cual, en el mitin del sábado 29 de febrero en La Coruña, dijo: "No solo demostramos que podíamos estar en el Gobierno, sino que demostramos que gobernamos mejor". El actual Gobierno de España tomó posesión el 14 de enero de 2020. Han transcurrido, pues, desde entonces algo más de 50 días, ¿no es una boutade, un exagerado acto de autopropaganda, afirmar que en menos de dos meses ya han demostrado en España que gobiernan mejor que el PP? ¿Se refiere Pablo Iglesias a las innegables muestras de descoordinación que hubo entre el Ministerio de Trabajo y la Moncloa en el tema del coronavirus? ¿O se refiere al conflicto entre el Ministerio de Justicia y el de Igualdad respecto a la modificación el Código Penal en materia de delitos sexuales? Y si han demostrado que gobiernan mejor que nadie ¿por qué ha tenido que convocar el Gobierno al Comité de Coordinación? Ustedes mismos.