Coincidiendo con el tiempo cuaresmal, nuestra alcaldesa visitó el Convento de las Religiosas Clarisas de Santa Bárbara, que preside la recoleta plaza de igual nombre en la Ciudad Vieja. El templo, abierto día y noche, donde el Santísimo está expuesto las 24 horas, conserva entre las nobles tradiciones la ofrenda de una docena de huevos, que formulan las casamenteras, para rogar que el buen tiempo predomine el día de su enlace matrimonial. El convento tiene la peculiar modestia pueblerina que lo hace familiar y, sobre su arco, luce un bajo relieve gótico de piedra con la escena del Juicio Final, además de elementos alusivos a las peregrinaciones a Santiago. En el patio, en un tímpano empotrado, destacan las imágenes de Nuestra Señora de los Ángeles, Santa Catalina y Santa Bárbara. Las religiosas de pastas y dulces y, en la artesanía, al cuidado y planchado de ropas, mantelerías y avío de los edredones. Sobre la pastelería recordamos que García Lorca acudía, por estas fechas, a un convento granadino donde, a través del torno, pedía pan del cielo, yemas, alfajores y polvorones. Los dulces, elaborados por las Clarisas coruñesas, evocan esa nostalgia atávica de Galicia; son confituras, dulces bienvenidos. En la vida, de vez en cuando, conviene ir al encuentro de los bombones, también de los de licor, sin abusar, pueden hacerlos la pascuas.

La Ciudad Vieja todavía no ha establecido una relación armónica entre lo moderno y lo antiguo. La Ciudad Vieja, nuestro mayor repertorio histórico, necesita arraigo intelectual en el análisis y conocimiento histórico. La historia, a fin de cuentas, es nuestra mejor naturaleza. La visita de la alcaldesa, Inés Rey, le permitió un garbeo por la zona y recordar que la plaza de las Bárbaras fue escenario de excelentes espectáculos artísticos y musicales. Los conciertos nocturnos de la Banda Municipal hicieron del lugar un anfiteatro "traspasado de poesía y de indecible saudade", como escribió Carlos Martínez Barbeito.