Una parte de Podemos admira la cultura okupa y cuando llegaron a los ayuntamientos convirtieron los balcones municipales en tendales reivindicativos que daban la bienvenida a los inmigrantes, colgaban banderas de arcoíris con menos colores de los que los identificadores de identidades sexuales reclamaban o ponían en marcha un contador de asesinadas por el mero hecho de serlo. Actuaban como cuando habitaban un edificio abandonado, pero no eran okupas sino elegidos para cambiar las cosas, en la medida de sus posibilidades y de su canon ideológico.

Hasta que entraron a formar parte del gobierno, Podemos fue un creador insomne de símbolos y gestos y esa cultura iconográfica y dramática sigue ahí, aunque ahora pueda escribir en el BOE. La política es muy gestual y el gobierno muy simbólico „y una y otro lo son cada vez más„ pero ambos deben y tienen el poder de ir más allá y actuar sobre la realidad, lo que llaman "mejorar la vida de las personas".

Era simbólico que la ley de libertad sexual estuviera escrita el 8 de marzo, el día del calendario que simboliza la igualdad de las mujeres en todo el mundo. Era simbólico que lo sacara el ministerio de Igualdad, que era simbólico que lo tuviera Podemos y lo encabezara el equivalente femenino de Pablo Iglesias, Irene Montero (su cónyuge), pese a lo simbólica que era esa cartera para las mujeres del PSOE, a las que simbolizaremos en Carmen Calvo. Se dio sentido simbólico a los retoques que hizo al texto el ministerio de Justicia, cuyo titular es un hombre, como si eso simbolizara el machismo. Esto no ha acabado. Las crisis presentes y futuras tendrán mucho contenido simbólico hasta que los socios de gobierno se acostumbren a operar más en lo real.