Lo que estamos viendo en la frontera de Grecia con Turquía no puede dejar tranquila la conciencia europea ni la asiática, ni la de cualquier ser humano. ¿Sería yo capaz de disparar o agujerear los frágiles neumáticos y salvavidas de los que intentan llegar a suelo griego? Porque vemos cómo desde patrulleras griegas disparan para ahuyentar y apartan con los bicheros las balsas de quienes desde el agua pretenden llegar a las costas de la isla de Lesbos. En otras imágenes se ven las afiladas concertinas y el humo de los botes lanzados con gases lacrimógenos para impedir el paso a familias con críos en los brazos. Poniéndome en el lugar de esos carabineros griegos pienso que no sería capaz de disparar contra esos emigrantes. Pero más responsabilidad tienen las autoridades turcas que tras recibir millones de euros para mantener en Turquía a los refugiados que les llegan de Siria, Iraq, Afganistán y demás sitios, ahora los utilizan como espolón para forzar a los países europeos a soltar más dinero y respaldar su política con la amenaza de abrir totalmente las puertas de los campos de refugiados y que vengan en avalanchas a Europa. Todo eso es inhumano y no sé quién tiene más culpa, si ellos por maltratarlos o nosotros por callarnos.