Todas las familias -incluidas en la relación las familias reales- disfrutan de alegres periodos de exuberancia financiera o padecen otros, más tristes, de estrechez. Y hasta se supo de episodios dramáticos en los que la confrontación desembocó en contiendas fratricidas o en parricidios. Sin remontarnos más allá de los vergonzosos acuerdos financieros de Carlos IV y Fernando VII con Napoleón para dejar libre el trono de España para su hermano José (el conocido popularmente como Pepe Botella) el estado de cuentas de la familia Borbón durante los dos últimos siglos ha conocido grandes variaciones. La historia comenzó con la precipitada marcha al exilio de Alfonso XIII en abril de 1931 una vez conocido el triunfo de las candidaturas republicanas en las elecciones municipales, aunque, eso sí, sin renunciar a ninguno de sus derechos dinásticos. La ciudad escogida por el monarca destronado para pasar esos años amargos fue Roma y allí vivió hasta su muerte. Los historiadores todavía no se han puesto de acuerdo sobre el volumen de su patrimonio y mientras unos aseguran que llego a la capital de Italia con lo justo para pagar el hotel donde se alojó, otros estiman su fortuna en millones de dólares. Su hijo, Juan II prefirió residir en la localidad portuguesa de Estoril, muy cercana a Lisboa, donde se pudo dedicar tranquilamente a uno de sus entretenimientos favoritos, la navegación a vela. No es un secreto que la estancia portuguesa del conde de Barcelona fue financiada preferentemente por un grupo de monárquicos fieles entre los que se encontraban los miembros de su consejo privado un órgano consultivo del que formaron parte Saínz Rodríguez, Gil Robles, Satrustegui, Álvarez de Miranda, Antonio Fontán, José María Pemán y Luis María Ansón. Y fue desde Estoril que el conde de Barcelona negoció con Franco los supuestos derechos de su familia a la corona de España, después de que el dictador hubiese calificado como reino al país, descartando con ello toda pretensión republicana. Primero reclamó ese derecho para sí, pero ante la cerrazón del general se resignó a defender lo mismo para su hijo Juan Carlos, cuya tutela y formación entregó al sátrapa ferrolano. El resto de la historia, por próxima, es conocida por una mayoría de españoles. Juan Carlos de Borbón fue educado en la austeridad militar (de hecho, es militar de carrera) y pasado el tiempo designado heredero por Franco para sustituirle llegado el momento de su muerte, lo que sucedió el 20 de noviembre de 1975. Su mayor momento de gloria fue el 23 de febrero de 1981 cuando apareció investido de autoridad para detener el desarrollo de un golpe de Estado cuyas complicidades menos a la vista están todavía por desvelar. Una actuación que le valió ser aceptado por una mayoría de la población no franquista. La monarquía de don Juan Carlos fue presentada ante la opinión pública como una monarquía sin cortesanos ni complicidades con la oligarquía financiera. Vamos, como una monarquía de clase media que vivía con su familia en un modesto palacio. Esa imagen ha quedado destruida por el episodio del elefante en Botsuana, sus exagerados dispendios y sobre todo por el último escándalo financiero que ha llevado a su hijo Felipe VI a renunciar a su herencia y a suprimirle la asignación real. Lamentable final.