Desde que Sánchez ha asumido el cargo de comandante en jefe y decretado 15 días de encierro se ha reducido la carga electroestática de la angustia que viene de la libertad y sus malditas opciones, aunque otra angustia que viene de no poder hacer nada mientras acecha el enemigo ha empezado a agitarse. El primer gran ensayo de gobernanza democrática bajo situación de emergencia ha llegado envasado en un discurso tan contundente y perfecto del comandante en jefe que apenas deja escapatorias, si bien plantea cuestiones. La primera, que por ahora es imposible saber si cumple la premisa de todo mando: "Un general no debe dar una orden que no esté seguro de que vaya a ser obedecida". La segunda, que por ahora es imposible saber si, aunque se cumpla, alcanzará su objetivo de retrasar la ofensiva de los ejércitos del virus. La tercera, que por ahora no sabemos cuánto duran -15 días por el momento-.