El coronavirus ha dado un sacudón a los acontecimientos que rodean la celebración de la Semana Santa que, en tiempos sin convulsiones, convertían a nuestro territorio nacional en una suerte de área de servicios. En estas fechas, de convivencia normal, el paisaje podía pactarse con el tiempo. Esta vez, no: el colorismo hiperdinámico del trasiego humano está aminorado por la eclosión vírica. Solo nos resta aislarnos, al recogimiento y a la exaltación divina de la palabra. Según el profesor Alonso Montero, desde el galleguismo y el nacionalismo se cometieron errores dolorosos, "entre los cuales, no ha sido el menor, la patrimonialización de la lengua materna que es del pueblo. La convivencia d ellos dos idiomas debiera ser un hecho positivo: el gallego, por ser patrimonio de Galicia y el español porque es patrimonio de todos. En esta tarea, la Xunta debe modular la actuación de la Mesa de Normalización que, recordamos, no es referente cultural alguno, ni es titular d ellos derechos lingüísticos para evitar que se le contemple con los ojos del sectarismo. Valle-Inclán, el dramaturgo más eminente de todos los tiempos, también fue víctima de los centinelas de la galleguidad "porque su obra está en español". Desconocían que (Valle-Inclán) siempre buceó en las estructuras de nuestra tierra y aunque no era un católico enfervorizado, dejó para la reflexión estas jaculatorias: "La redención de los humildes, hemos de hacerla los que nacimos con ímpetu de señores, cuando se haga la luz en nuestras conciencias". "Dios nuestro Señor, nos dará el cielo, en recompensa a todos los que hemos pasado trabajos". Jaculatorias de su vida de pobre, disfrazado de altivez.

Otrosí digo

En tiempos convulsos hay que ser más veraz que original, no traicionar el significado de las palabras en su sentido universal. La velocidad de los acontecimientos exige un lenguaje esclarecedor que nos proporcione puntos de orientación ética para hacer una vida de mejor convivencia.