Vuelvo al ataque, queridos y queridas todos. ¿Qué tal están? ¿Cómo se encuentran? Realmente son días diferentes y difíciles estos, por lo inopinado de la situación, por todo lo que está aconteciendo y porque todavía son muchas las incertidumbres que persisten y que tendremos que ir digiriendo conforme el tiempo pase.

Tenía hoy la intención de ponerme delante del ordenador y escribir algo ligero, mucho menos conceptual que lo tratado en las últimas columnas, solo con la intención de decirles que les valoro y les aprecio. Entiéndanme bien, pensarán ustedes que es imposible decir esto a un conjunto tan indeterminado de destinatarios que, por ser, hasta es anónimo. Pero déjenme que sitúe tal afirmación en su justo lugar. Porque, aunque no tenga ni la más remota idea de quién está leyendo esto -si es que alguien lo hace-, vaya por delante mi aprecio, mi consideración, mi mano tendida y mi cariño, independientemente de lo que yo obtenga en contrapartida. Esto ya lo he manifestado más veces, y les aseguro que es cierto. Y es que dicen que guardar recovecos en el corazón para aquellos que no conoces -y que puedes comenzar a conocer en cualquier instante solamente con tener la actitud apropiada- o incluso con los que te han lastimado solamente produce una peor gestión de las tareas propias de tal órgano, fundamentales para una buena vida. No vale la pena. Paz y amor, queridos lectores, y poco más que decir a los demás que eso. Todo lo demás es relativo.

Aunque, a veces, algunos de esos "demás" se empeñen en ponernos las cosas difíciles. Ya les cuento aquí con frecuencia, a modo de ejemplo, mis cuitas en la carretera, incluyendo el absoluto desprecio de algunos de sus usuarios por la vida propia y ajena. Luego vienen los llamados "accidentes", sin que muchos de los mismos sean tales, sino meras consecuencias de lo que, a fuerza de repetir comportamientos límite, no pasa un día pero otro sí. Pues traduciéndolo a hoy, en tiempos de encierro profiláctico y de nula carretera por la que viajar excepto para tareas contadas y bien justificadas, esos "demás" que lo hacen mal son aquellos que desprecian la máxima de la prudencia extrema, con su derivada inmediata de no juntarnos, no relacionarnos y no complicar más la situación propia y la ajena.

Pero, aún así, hemos de poner la pedagogía por encima de otras consideraciones. Hay que explicar hasta la saciedad mecanismos que parece que para determinadas personas no fuesen con ellos, sea esto relativo a la fuerza centrífuga de un vehículo en cualquiera de las curvas que jalonan nuestras carreteras, con peligro de invasión del carril contrario si la velocidad es excesiva, o a los rudimentos de la transmisión de un virus respiratorio. No podemos cansarnos de explicarlo, de intentar convencer y, a partir de ahí, vencer las resistencias, llevando a buen puerto aquello del buen hacer colectivo. Ese es el reto. Y no es fácil.

Pues eso, no me planteaba hoy mucho más. Hablarles de ustedes, de su valor, de la alucinante experiencia que es la vida, y de lo frágil que es verdaderamente la misma, lo cual es fácil de constatar cuando un minúsculo fragmento de información genética capaz de replicarse utilizando nuestras propias células -un virus- nos tiene confinados y preocupados, al tiempo que librando la Humanidad una dura batalla contra él. Algo que, en clave de Naturaleza, es una anécdota más, casi imperceptible, de los miles de millones que suceden cada día, en esta evolución casi mágica en que la entropía y la entalpía evolucionan según su propia hoja de ruta. Ya lo hablaremos, ya.

Y, superpuesto a todo esto, lo celeste. Lo relativo al tercer libro de los Principia Mathematicae. Lo macro. Nuestro devenir alrededor del astro rey, y todo lo que eso nos depara. Como por ejemplo el equinoccio que ayer mismo, 20 de marzo, dio lugar a una primavera que comienza convulsa, que ya ha llenado de flores nuestro entorno, y a la que le pedimos tranquilidad y mejores hados para un destino común, como no puede ser de otra manera.

Cuídenseme en estos días en que ha terminado el invierno. Les quiero. Y, por eso, les exhorto a que sean prudentes. Por mí, por ti, por el otro y por el de más allá. Nos va todo en ello. A todos, todos, todos.