Nací en Santa Comba, pero al poco tiempo de nacer, mis padres, José y María, se vinieron a vivir a esta ciudad conmigo y mi hermano mayor, Jesús. Nos instalamos en la calle del Mercado, donde viví hasta que me casé. Mi padre fue conductor de trolebuses y autocares hasta que se dedicó a reparar las primeras máquinas tragaperras, mientras que mi madre trabajó de cocinera en los restaurantes Faro y Narciso, este último conocido como El 10.

De niño jugaba con mis amigos en las plazas de España y María Pita, sobre todo al fútbol, por lo que a los doce años entré en el Sporting Ciudad, del que cuando llegué a la categoría de modestos pasé al Santa Margarita, Altamira, Torino, Obrero y Santa Cruz. A los treinta y tres años me cambié al fútbol de peñas, en el que jugué en los equipos Silva, Tortoni y Páramo. Pero en la infancia también me gustaba mucho ir al cine, en especial al Hércules, en el que íbamos a las butacas del gallinero, que eran las más baratas.

Mi único colegio fue el Santiago Apóstol, situado en Santa Cruz, en el que estuve interno hasta los catorce años, edad a la que me puse a trabajar para ayudar a la familia. Empecé en el muelle pesquero de A Palloza como repartidor de cajas de pescado que llevaba a los puestos de los mercados. En esa época, los fines de semana bajaba con amis amigos al centro a pasear y ver a las chavalas, así como a hacer la ruta de los vinos, donde solíamos parar en la tasca de Fonciño y en el Siete Puertas, en las que había un gran ambiente porque por allí pasaban muchas pandillas de jugadores de fútbol.

Después de varios años en esta actividad, marché a Calella, en la provincia de Barcelona, donde vivían unos tíos míos. Allí estuve trabajando como disc jockey y locutor de radio gracias a que unos amigos me enseñaron lo necesario. Era la época del boom turístico y yo ponía música para jóvenes alemanes, ingleses y franceses, por lo que me llamaban Pepe el alemán y me lo pasaba fenomenal, ya que además tenía para vivir.

Pero esta vida se me acabó de forma brusca cuando vino a buscarme la Policía Militar, ya que no me había presentado para el ingreso a filas porque no recibí la carta en la que me lo ordenaban. Por eso me mandaron a la Brigada de Esquiadores y Escaladores de Huesca, donde las pasé canutas, aunque tuve la suerte de que había soldados coruñeses que me enseñaron a esquiar y escalar, lo que me libró de hacer muchas guardias y servicios.

Al terminar la mili volví a casa, pero por poco tiempo, ya que me fui a Suiza, donde trabajé cinco años en la construcción e hice unos pequeños ahorros. Al cabo de ese tiempo volví y trabajé en una empresa de mármoles, pero como no me gustaba, marché a Almería, donde se rodaban películas del Oeste en las que contrataban a mucha gente para hacer de figurantes en lo que se conocían como spaguetti western, ya que eran producidas por empresas italianas. También allí me encontré a muchos coruñeses que hacían ese trabajo, en el que pagaban por horas y en el que en los descansos nos daban un bocadillo y un refresco. Me quedé bastante tiempo porque se hicieron muchas películas hasta que decidí volver para dedicarme al mundo de la música como empresario, actividad en la que pretendo seguir mientras pueda hacerlo.

Testimonio recogido por Luis Longueira