En un minuto pasado, escribiendo sobre la cuaresma que vivimos los creyentes en estas fechas, dejé en el aire el porqué de la abstinencia que ha de vivirse ahora el miércoles de ceniza y los viernes cuaresmales. Digo ahora, porque hubo tiempos en que esa práctica penitencial había que respetarla todos los viernes del año, eran otros tiempos, como de otros tiempos era la vigencia de la Bula de la Santa Cruzada -nada que ver con Franco, sino de muchísimo años antes, de los tiempos de la Reconquista- en virtud de la cual los españoles disfrutábamos de unas dispensas penitenciales que no tenían el resto de los católicos. A lo que iba con la abstinencia, que es el privarse, por penitencia, de comer carne los viernes, día en que murió Cristo en la cruz. Durante siglos la gente se alimentó a base de hortalizas, berzas, legumbres, castañas y boniatos como sustitutivo de la patata que llegó más tarde de América; solo en las festividades y celebraciones había algo de carne, signo de bien vivir, de potentados. Privarse de la carne era prescindir de un alimento muy apetecible. Con sentido penitencial no vale el decir: de acuerdo, no como jamón, perdices o cordero, por ejemplo, pero me pongo tibio de marisco porque entonces ¿dónde queda la penitencia, el privarse algo placentero, que es de lo que se trata?