No sé si saludarles hoy con mi sonoro "Buenos días" habitual... No, no es que no me apetezca. Es que uno, si les soy sincero, se debate entre la esperanza y el desasosiego, y a veces resulta difícil tal ejercicio de positividad. Pero bueno, aunque me saliese mejor un parco "Días", volveré a aderezar tal expresión con el epíteto que suele acompañarle y, no sin esfuerzo, ¡hala!, me arrancaré de nuevo con tal "¡Buenos días!" como comienzo. Si, a partir de ahí, me preguntan "¿Qué tal?", quizá haga como alguien a quien aprecio, que responde con ese simpático "Bien, ¿o quieres que te cuente?"...

El caso es que son tiempos complejos, de fuerza y perseverancia, de ganas e ilusión, pero también de zozobra y de dificultades. Y no me estoy refiriendo al mero ejercicio que se les pide de quedarse en casa, que no deja de ser un mal menor. Se trata de la magia de combinar eso con que lo más elemental y crítico siga funcionando. Y se trata del intenso sufrimiento que experimentan muchas personas. En fin, que el pulso que nuestra sociedad global -o, si lo prefieren, el conjunto de nuestras microsociedades- está librando ahora es grande.

Y, al hilo de esto, muchas derivadas. Dimes y diretes de todo tipo, y armas cargadas por parte de unos y otros, cruce de acusaciones de toda índole y la parafernalia habitual en un país que asumió ya hace tiempo la democracia como forma de Gobierno, pero donde esto no se refleja bien todavía en una cooperación real entre distintas familias políticas e ideológicas cuando toca. Y ahora toca, no cabe duda.

Una de las patatas calientes que se está abriendo ahora mismo, en tiempo real, a raíz de la crisis del Covid-19, tiene que ver con la educación. Unos hablan de cortar por lo sano de forma adelantada con el curso 2019-2020, y otros de todo lo contrario. Y aquí llega el cronista para expresar su opinión al respecto...

Miren, me parecería una aberración la terminación prematura de este curso. ¿Por qué? Pues porque, independientemente de que este continúe algún día presencialmente o no, tenemos ahora varios ingredientes que, si los perdemos, será difícil recuperar para el corto plazo. Para empezar, que el alumnado está estructurado y centrado en torno a una serie de propuestas, a las que responde. En segundo lugar, hay muchísimo profesorado, motivado y capaz, que está abriendo diferentes vías para contactar con los grupos a los que atiende. En tercer lugar, la tecnología es hoy una herramienta clave para prolongar nuestra propia presencia física como educadores mucho más allá del ámbito de la clase o, incluso, del mero ámbito curricular tradicional. Y, en cuarto lugar, alumnos y alumnas han de estar recluidos en casa de igual forma... Entonces, ¿qué ganamos con que no haya curso? ¿Quizá adocenar a nuestra juventud únicamente en torno a entretenimientos más banales, o a juegos que pocas veces resisten un análisis en términos de valores muy básicos...? Yo creo que es muy interesante que el natural tiempo en familia y de ocio se combinen ahora con la posibilidad de que el docente y sus propuestas entren en casa, y seguir sumando así a ese acervo tan personal de cada alumno, y tan colectivo a la vez, como es el conocimiento y el poso cultural. La educación, vaya.

Pero hay más... Y es que me da la impresión de que, por primera vez en tiempo, muchas más personas están cayendo en la cuenta de lo importante que son las Matemáticas, la Historia, el discurso y el lenguaje, la Biología, la Química, la Ética, la Economía o cualquier otra de las materias del currículo escolar, por delante de muchas otras cosas. Hoy la Ciencia se percibe como importante y, sin duda, la sociedad de mañana va a estar mucho más atenta a todo lo que signifique merma en la sanidad pública o el esfuerzo investigador en materias científicas relevantes, buscando además un impacto de largo alcance que hoy se nos antoja un poco olvidado. Con todo, recuerden que los científicos o los sanitarios de mañana están hoy estudiando Primaria, la ESO o el Bachillerato, y muchos son los que nos piden más, y a nosotros nos corresponde dárselo.

Por eso, queridos y queridas, para mí el curso está muy vivo, y ha de seguir así. En mi experiencia, que les invito a conocer si quieren, me siento conectado y buscado por un alumnado que, en buena parte, ve en la escuela el aliento y la continuidad necesarios para poder superar estos días. Y la buena noticia, con la idea de perseverar con aquellos estudiantes más lejanos a ese planteamiento y, al tiempo, romper la brecha tecnológica que dificulta la progresión de otros, es que lo que les cuento dista de ser una experiencia aislada. Ahí afuera hay cientos y miles de colegas que hacen cosas mucho más novedosas, bonitas, prácticas o bien aterrizadas que las que yo mismo propongo. Mucha vida que no se puede romper ahora desde un despacho porque, sentimos, es el momento de conocer, estudiar, comprender y crear con vistas a un mejor futuro.