A la memoria de mi cuñado Carlos López-Perea, víctima del coronavirus

Como saben, la característica que hace especialmente peligroso al coronavirus es su enorme capacidad de contagio, que tiene al pueblo español confinado en sus domicilios y con las severas advertencias de evitar el contacto físico y mantener una prudente distancia de seguridad con los afectados.

Además de en la salud y en la economía, la pandemia está teniendo también una incidencia muy relevante en la salud del alma, tanto en la del enfermo como en la de sus familiares y allegados. En efecto, los psicólogos han resaltado la importancia que tiene el hecho del contacto humano. Como ha señalado Valeria Sabater (en Lamenteesmaravillosa.com) la "necesidad de tocar y ser tocados es mucho más que una necesidad biológica. Es parte de nuestro lenguaje, es nutrir necesidades emocionales y validar el afecto, apagar los miedos y regalarnos oxitocina". Por eso añade que "dejar que todo esto nos falte, generará no solo hambre de piel, sino que hará que se eleve el estrés y se incremente incluso el malestar físico".

Pues bien, si "tocar y ser tocados" es importante para la vida "normal", imagínense el relieve que adquiere cuando al que no se puede tocar, al que no se puede abrazar, del que hay que alejarse, es un miembro de la familia que está pasando por el doloroso trance de soportar individual y aisladamente los efectos del virus contagioso. Y esto es lo que está provocando el coronavirus: impedir que los miembros de las familias contagiadas se nutran de la necesidad emocional de tocar y ser tocados.

En el acto de abrazar, que es una de las acciones principales en la que se traduce la necesidad humana del contacto físico, hay dos elementos: ceñirse mutuamente con los brazos y la razón a la que responde esa "señal de cariño". Importa, por tanto, el gesto en sí de que dos personas estrechen sus torsos haciendo pasar sus respectivos brazos por sus espaldas; pero interesa también qué se esconde tras él, circunstancia ésta que para ser desentrañada no queda más remedio que situarse en el delicado terreno de las intenciones de los abrazantes.

Hay casos en los que la relación entre el abrazante y el abrazo explica con facilidad el sentido del abrazo. Es lo que sucede cuando existen sentimientos entre los dos que se abrazan. En estos casos, en la acción material de ceñirse mutuamente los brazos hay un mensaje que puede ser tan variado como lo son los sentimientos del ser humano. El abrazo se convierte entonces en un gesto plurivalente. Si los sentimientos son las impresiones que causan en el alma las cosas espirituales, el abrazo puede responder al amor, la amistad, el cariño, el miedo, el dolor, la tristeza, la alegría, etc. Y precisamente porque los sentimientos admiten grados de intensidad, el abrazo que responde a cada uno de ellos varía en función de su propia vehemencia.

Pero cuando el deseo de abrazar y de ser abrazado se enmarca, como nos sucede en esta alevosa pandemia, en una situación de grave quebranto de la salud general entonces los sentimientos se potencian. Porque frente al deseo lógico de abrazar al ser querido enfermo se alzan las instrucciones sanitarias que, por el bien de la generalidad, desaconsejan no ya estrechar los cuerpos mutuamente, sino incluso acercarse a una distancia que no sea prudencial.

Pues bien, queridos lectores, esto está sucediendo cada día. La nefasta pandemia está produciendo un efecto que no conviene olvidar: mantiene alejados de sus seres queridos a los que sufren la enfermedad y precisamente en los momentos en los ellos que más necesitaban sus abrazos y sus caricias.

Solo se permiten los abrazos del alma, que no son tan fáciles de dar como los abrazos del cuerpo. Las miradas y las palabras son las vías más idóneas para dar los abrazos con el alma y hacerle sentir a nuestros enfermos aislados todo lo que los queremos y valoramos. La importancia de abrazar con el alma asume, a veces, una importancia esencial porque es lo único que ha podido llevarse el enfermo, cuando entró, para no volver, en la tenebrosa soledad de la que no se vuelve.