Para la homeopatía, en la que creo algo, un mal se combate con lo semejante, no con lo contrario. Hay bastantes novelas, mayores o menores, sobre el asunto del encierro físico, pero el sentimiento de opresión resalta de modo especial cuando no requiere un encarcelamiento corporal. Sin afán prescriptivo, cito tres novelas, muy distintas, que me han producido siempre aquel sentimiento: El castillo, de Kafka; Eumeswill, de Ernst Jünger y El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati. Se trata de una angustia ambiental suave pero opresiva, que procede de universos quietos, de modo que su origen no está tanto en la clausura del espacio como en la del tiempo, que parece no correr. Metido en una de esas calderas a fuego lento existencial, deja uno el libro, sale de su encierro psicológico, respira aliviado y la angustia exterior se relaja un tanto. En todo caso son obras memorables.