El sueño desempeña un importante papel para todos los seres humanos. La relajación de la mente proporciona el descanso del complejo mecanismo del sistema nervioso. De este modo se protegen sus células, a la vez que se favorece tanto el desarrollo como la salud del individuo, sobre todo si es un bebé. De hecho, en un recién nacido, el sueño se alterna con la vigilia en ciclos, no solo rápidos, sino también próximos. La característica del sueño del niño, que ha cumplido un año, consiste en agrupar las horas, de sueño o de vigilia, en un ritmo definido como monofásico, en el que a un largo período de vigilia sigue otro período largo de sueño.

En la fase de sueño profundo -también llamado no-Rem- tiene los ojos cerrados, está tranquilo, no se mueve, ningún estímulo procedente del exterior consigue perturbarle. El sueño ligero -llamado Rem, sigla que en inglés significa "movimiento rápido de los ojos"-es aquel en que se agita, entreabre la boca o mueve la lengua. Al principio, el pequeño se despierta cada 3 o 4 horas pidiendo a gritos la tetada. Transcurridos unos meses, va adquiriendo la capacidad de ingerir más cantidades de leche en cada comida, se entretiene con el mundo exterior, los ciclos tanto de vigilia como de sueño cambian, estableciéndose de forma distinta a lo largo de la jornada. Sus períodos de vigilia son cada vez más largos, estando repletos de actividad. Los de sueño son cada vez más profundos, concentrándose casi únicamente en las horas nocturnas. Transcurrido el séptimo u octavo mes, el niño madura la noción de que es un ser distinto a su madre. Por ello, cada alejamiento le hace temer que no la volverá a ver. La angustia de la separación forma parte de experiencia diurna del niño. Para él, el sueño representa una desagradable separación de todo lo que quiere -padre, madre, hermanos, juguetes, diversión- para ir al encuentro de algo totalmente desconocido. Ello se debe a que hasta los dos años no tiene conciencia de que al despertar volverá a encontrar todo lo que ha dejado al dormirse.

Sin duda, todos los padres desearían que sus hijos se limitaran estrictamente a ritmos de sueño bien precisos. Pero, ellos, difícilmente consiguen ser tan metódicos como los progenitores desean. En cualquier caso, una buena organización inicial facilitará enormemente el cometido de educar al pequeño, acostumbrándole a dormir cuando debe hacerlo.