No son fotografiados ni sus nombres aparecerán en las relaciones de personas que echan una mano para sobrellevar los cuidados que la epidemia del Covid-19 nos está exigiendo. Son como tú y yo, que sin estar obligados por vínculos laborales ni familiares sienten el tirón de la solidaridad, y allí van a ayudar, incluso en contra del parecer de allegados que temen un posible contagio. Cito dos casos que me enorgullezco en aportar. Uno es el de un amigo del alma, titulado en los ferrocarriles españoles, no preciso si en Renfe o en Adif, que se ofrece voluntario para ir, ante la falta de personal dispuesto de la plantilla, como interventor en uno de los trenes medicalizados que transportarán enfermos desde Madrid a otras localidades que disponen de plazas libres en sus UCI. El siguiente caso sí me llega por vínculos familiares, pues sé de la oposición, mejor de la contrariedad que ven sus padres para que una sobrina nieta mía, recién terminados los estudios médicos en la facultad, deje de preparar el MIR y se ofrezca como voluntaria en un centro hospitalario para lo que sea menester. Sin saberlo ellos estoy muy orgulloso de los dos, y dudo incluso si debo mostrarles lo escrito para que quede más oculto aún.