Llevamos casi un mes de confinamiento y estamos ante una muy hosca y desabrida cuesta arriba de extensión desconocida. Ante una hecatombe global. Combatirla bien exigiría algo así como un gobierno mundial. No lo tenemos, el liderazgo de los Estados Unidos se ha diluido y organismos como la OMS, el FMI, o la ONU, aunque positivos, tienen una fuerza limitada. Y la cooperación de los estados nacionales es difícil. A veces caótica.

Los datos indican que la pandemia puede estar algo controlada. En España e Italia baja tanto el número de infectados como el de fallecidos. Por ello, y por las fuertes medidas de los gobiernos y bancos centrales, las bolsas se han orientado al alza esta semana. Pero hay grandes incógnitas. ¿Cómo se practicará la desescalada sin rebrotes de la pandemia? Pedro Sánchez ya habla de una desconocida "nueva normalidad" y admite que, cuando el 27 de abril acabe el actual estado de alarma, deberá solicitar otra prórroga.

La realidad española es muy complicada porque, a diferencia de Francia o Alemania, tenemos un gobierno sin mayoría, con menos fuerza. Pedro Sánchez lo padece. El jueves el Congreso aprobó -con los votos también del PP, C's y el PNV- la prórroga de la alarma. Solo votaron en contra Vox y las CUP, y se abstuvieron los dos grupos independentistas catalanes.

Pero para los decretos económicos, logró el apoyo de C's, que ahora quiere volver a su vocación centrista, y de los independentistas catalanes. El PP se abstuvo o votó en contra. Dos mayorías distintas y con mucha bronca de por medio. ¿Es sostenible?

Sánchez propone unos nuevos pactos de la Moncloa. Difícil porque la falta de feeling entre Sánchez y Casado es muy superior a la que existía entonces entre Suárez y Felipe. También porque Vox, tercer partido en diputados, quiere pescar en aguas revueltas, todo lo contrario a lo que aspiraba Santiago Carrillo. Y Pablo Casado tiene miedo al pacto. Teme que la guerra sin cuartel de Vox contra "los comunistas" sea preferida por parte de sus electores. Y con Oriol Junqueras y Jordi Sánchez en la cárcel no es fácil que Torra cese en su obstruccionismo.

¿Romper con Podemos, la exigencia del PP y el sueño de parte del empresariado? Sánchez solo tiene 120 diputados y no confía en Casado. Quizás no es óptimo que Pablo Iglesias sea vicepresidente, pero hoy por hoy, ante el inevitable aumento del desempleo, quizás es mejor que Podemos cargue con el ministerio de Trabajo a que agite en la calle la protesta con ilusiones irrealistas.

Gobernar con mayorías cambiantes y variables será la muy amarga asignatura de Pedro Sánchez sino logra unos nuevos pactos de La Moncloa.

Lo positivo es que el jueves hubo acuerdo en el Eurogrupo. Salió adelante porque Alemania y Francia vencieron la intransigencia de Holanda (solidaridad con condiciones) y la de Italia sobre los eurobonos.

Lo aprobado es un programa de casi medio billón de euros: 100.000 de reaseguro del desempleo que propone la Comisión, 200.000 del Banco Europeo de Inversiones para las empresas y 240.000 del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) que ya actuó en la crisis anterior y al que se le quita la condicionalidad. Es un acuerdo relevante. Y más si se tiene en cuenta que el BCE -Lagarde tiene un billón de euros para comprar bonos- debe impedir que se disparen los tipos de interés de la deuda de los países más débiles. Hoy España se financia a 10 años al 0,7%, como los Estados Unidos. Imposible sin el BCE.

Y se entreabre la puerta a un nuevo fondo para la reconstrucción. ¿Cómo se financiaría este nuevo Plan Marshall? Los eurobonos serían la mejor, pero es difícil que lo acepten los países del norte porque sus electorados -ya reacios a sus altos impuestos- se rebelan contra una mutualización de la deuda que podría hacer que acabaran pagando parte del déficit de los países del sur.

El acuerdo indica que los estados europeos saben que la solidaridad es necesaria. Pero la UE no es un estado. Los países socios (Holanda, pero también Italia o España) no quisieron ir más allá tras la creación de la moneda única. Un estado federal implicaba que Berlín, París, Roma y Madrid perdieran más poder. Ahora pagamos las consecuencias. El mal menor es que en Alemania, la primera economía, gobierna una gran coalición CDU-SPD dirigida por Angela Merkel, una política equilibrada.

Pedro Sánchez gobierna en un momento terrible. Hace muy bien en intentar unos nuevos pactos de La Moncloa y en exigir más Europa. Pero tiene que mostrar más empatía con "los otros" y saber que no se pueden pedir peras al olmo.