En la edición digital de Vida Nueva/Colombia, se publica la siguiente noticia sobre el papa Francisco con este llamativo titular: "El Papa improvisa una homilía-encíclica en Lunes Santo: 'Defender al pobre no es ser comunista, es el centro del Evangelio". Y seguidamente se ponen en boca del Papa estas palabras: "La primera pregunta que nos hará Jesús en el juicio será: '¿Cómo te ha ido con los pobres? ¿Les ha dado de comer? ¿Les has visitado en la cárcel? ¿Le has visto en el hospital? ¿Has asistido a la viuda y al huérfano? Porque allí estaba yo". Y concluye: "En estos términos se dirigió esta mañana el Papa a cuantos seguían la retransmisión telemática desde la eucaristía matutina desde la capilla de la residencia vaticana de Santa Marta: 'Defender a los pobres no es ser comunista, es el centro del Evangelio, hasta tal punto, que nosotros seremos juzgados sobre ello".

Pues bien, pido perdón por anticipado a todos los que les pueda molestar lo que escribiré seguidamente y lo hago reconociendo de antemano que no tengo la más mínima autoridad para criticar lo que ha dicho el Santo Padre. Pero como dice el refrán que el que calla, otorga no puede callarme porque no deseo que alguien me diga que estaba de acuerdo con lo que ha dicho el papa Francisco sobre el comunismo y el Evangelio en la homilía del Lunes Santo.

Lo que verdaderamente me llama la atención es que el Papa reproduzca las preguntas que nos hará el Señor en el juicio final y que relacione esas preguntas con el comunismo. Si no interpreto mal sus palabras, de ellas se desprenden que a los pobres les ha ido bien con los comunistas, que los comunistas son les habrán dado de comer; los han visitado en la cárcel y en el hospital, y han asistido a la viuda y al huérfano. Y pone como testigo de todo ello nada más y nada menos que al Señor al poner en su boca "Porque allí estaba yo".

Con todos los respetos para su Santidad, creo que al expresarse de ese modo pecó por defecto y por exceso. Por defecto, porque no creo que tenga que esforzarme mucho en demostrar -estoy seguro de que él piensa lo mismo- que la actitud que reclama con los pobres la tendrán muchísimos cristianos y me temo que muy pocos comunistas. Con esto quiero decir que hay numerosísimas personas, católicas y de otras religiones, que llevan una vida ejemplar, entregados a socorrer a los pobres. Basta con pensar en las numerosas Misioneras de la Caridad, de la Congregación que fundó la madre Teresa de Calcuta, para pensar que el Señor en el juicio final obviaría hacerles tales preguntas porque al "haber estado allí" habrá visto con qué amor y entrega se dedican al cuidado del alma y de cuerpo de los que son verdaderos deshechos del género humano.

Pero también peca por exceso y es que, por muy buenos que sean los ojos con los que uno mire al comunismo, me parece una visión quimérica e irreal pensar que a los pobres les va bien con los comunistas, porque les dan de comer; los visitan en la cárcel y en el hospital y asisten a las viudas y a los huérfanos. De hacer esto los comunistas, lo harían exclusivamente con sus correligionarios pobres. Pero en modo alguno con sus adversarios políticos. Basta pensar a título de ejemplo en el comunista Iósif Stalin y sus purgas políticas para advertir de inmediato que en el acto del Juicio Final no podría responder afirmativamente a ninguna de las preguntas del Señor.

Ponen en boca de Winston Churchill la idea de que los primeros cristianos decían "Todo lo mío es tuyo", mientras que los comunistas dicen "Todo lo tuyo es mío". Y es que basta observar con objetividad lo que ha sucedido con el fracasado sistema político del comunismo para caer en la cuenta de que no se puede -como hace el papa Francisco- sostener que el comunismo lucha contra la pobreza cuando es justamente lo contrario: la provoca. El reciente ejemplo de la Venezuela chavista es altamente ilustrativo a este respecto.

Desconozco obviamente las razones que han movido al Santo Padre a sostener que la defensa del pobre por el comunismo están en el núcleo central del Evangelio. La noticia habla de "improvisación de una homilía-encíclica", e improvisar es, según el Diccionario de la RAE, "hacer algo de pronto, sin estudio ni preparación". Por eso, se pueden atribuir esas palabras a que al decirlas el papa Francisco se condujo "sin estudio ni preparación". Y que tal vez se dejó llevar por los residuos que todavía persisten en su mente de la visión juvenil y quimérica del comunismo como defensor de la pobreza que tuvieron muchos de su generación, sobre todos los que fueron fervorosos partidarios del peronismo radical.

Lo sorprendente es que el Santo Padre se haya dejado llevar en esta ocasión más por la emoción que por la razón y que todavía en estos tiempos no haya superado esa visión idílica del comunismo. Lo digo porque de todos es conocida, como recordó el jueves Francisco Vázquez en la Tercera del ABC, "la persecución criminal a la que estaban sometidos los católicos de los países comunistas, con cardenales, obispos y sacerdotes encarcelados o internados en campos de concentración, el culto prohibido, los templos cerrados o incautados y muchos fieles torturados o asesinados". ¿Es el comunismo que actúa de este modo el que está en el centro del Evangelio?