Un estado laico que nos obliga por decreto al absoluto recogimiento en Semana Santa debería ser poroso al sentimiento íntimo de este país, y, al modo de las cofradías que liberan cada Viernes Santo a un preso durante una procesión, el Gobierno debería indultar en cada pueblo y ciudad a un ciudadano, para que disfrute de dos horas de desencierro.

Un país futbolero al que se le está haciendo eterno un partido que acumula prórrogas (el presidente de un Gobierno que ganó de penalti anunció ayer en el Congreso que hay partido más allá de finales de abril) asiste estupefacto al desencuentro (el Encuentro es argumento procesional) entre la Federación, La Liga y el sindicato de futbolistas, que no se ponen de acuerdo en horarios y ERTE. Desconocemos cuándo autorizará el Gobierno abrir la jaula, pero den por seguro que no habrá ocasión a la estampida, y que si hay fútbol en los próximos meses será por presiones económicas de los contratos televisivos y a puerta cerrada. El fútbol, los conciertos multitudinarios, los mítines y las manifestaciones van a seguir durante mucho tiempo en cuarentena.

La levadura para bizcochos ha sustituido al papel higiénico en la sobrecarga del carro de la compra en las dos últimas semanas. España entera se ha matriculado en primero de repostería en la academia virtual de un Masterchef de delantal de Craviotto y cocinillas. Ha aumentado la venta de latas de cerveza, pero mejor que empinar el codo y coger una torrija es freír torrijas codo con codo, en familia.