María Jesús Montero es la única ministra de Hacienda de la historia que celebrará su segundo aniversario en el cargo sin haber aprobado jamás unos Presupuestos Generales. Para celebrar esta marca, y dado que su incompetencia le ha merecido el cargo agregado de portavoz, ha lanzado la amenaza de que tras el Estado de Alarma "volverá la vida normal, pero muy controlada". En primer lugar, cabe esperar que su licenciatura en Medicina sea más meritoria que sus capacidades hacendísticas. En segundo lugar, atribuye al Estado la función primordial de "controlar" a los ciudadanos, cuando en realidad está a su servicio. En tercer y peor lugar, culpa indirectamente a la gente de haber enfermado por no cumplir las normas de un Gobierno providente.

Cabe recordar que el "normalitos pero muy controladitos" emana del Gobierno que ha protegido a los colegas de la ministra en las trincheras con bolsas de basura, gorros de baño y gafas de buceo. Del ejecutivo que ha falseado las estadísticas de afectados negándose a hacer pruebas, y las de fallecidos según empiezan a demostrar los tribunales. Del gabinete del país más castigado ahora mismo del planeta, aunque también aquí Montero le adjudica un spin positivo a los datos, asegurando que España servirá de "ejemplo" al resto del mundo. Ejemplo negativo, se supone.

"Necesitamos crear miedo para alertar sobre el cambio climático", predicaba Al Gore, pero el discurso de la ministra inspira sensaciones más aproximadas al ridículo. Su oxímoron de la "normalidad controlada" no solo transforma a los políticos de controlados en controladores. Olvida sobre todo que su amedrentamiento es innecesario. El país está absolutamente concienciado sobre un coronavirus que lo ha paralizado. Montero debería felicitar a diario a las personas que han aceptado sin revolverse recortes de libertades y sueldos, entre los que no se cuenta su salario. Las víctimas no necesitan los pronósticos aterradores del coro de brujas de Macbeth.