Los intelectuales solían ser quienes nos anunciaban el próximo futuro. Los que proponían ideas para afrontar la realidad del presente hacia la realidad venidera. Hoy no veo estas propuestas en el campo político: o no nos las presentan los medios de comunicación, centrados principalmente en la pandemia que nos confina, o no las hay. También creo que son ciertos líderes los que carecen de esta condición. Echo de menos la imaginación, noto la falta de ideas, de propuestas de futuro. ¿Quién propone ahora un nuevo Pacto de la Moncloa? Los líderes de la oposición, no.

Oposición es un término que figura en el diccionario de la Real Academia Española con ocho acepciones. Pienso que solamente la octava nos llevaría a una definición de lo que debería realizar el político que no gobierna: "Relación distintiva que existe entre dos unidades del mismo nivel pertenecientes al mismo sistema lingüístico". O sea, oposición no es oponerse por sistema, es presentar propuestas alternativas, mejoras y sistemas que convengan al contribuyente, proclamar ideas en beneficio del gobernado.

Leo argumentos e ideas en medios de comunicación, escucho pensamientos expuestos en esos medios y veo programas que buscan soluciones y planteamientos de futuro. Sin embargo, los políticos solamente critican las medidas tomadas por el Gobierno que luego van mitigando poco a poco. Pero no aportan ideas. Solamente critican. Se llenan de personalismo, de ego. "Yo y mi partido..." se ha dicho y repetido desde los bancos del Congreso. Nadie ha pedido, por ejemplo, el reciclaje a un ejército desarmado, que deje de comprar aviones, que deje de construir carros de combate, fusiles, bombas; que transforme su producción de guerra en producción de servicios sanitarios, que gaste su presupuesto en material de paz, que transforme la Legión (donde cumplí el servicio militar) en más cuerpos de la UME, la Unidad Militar de Emergencia. ¿Quién nos va a invadir? ¿A quién vamos a atacar? Si hay que contribuir a la ONU, a la OTAN, a la UE, hagámoslo para la paz no para la guerra, para disuadir a un hipotético enemigo. Nuestra última guerra, lamentablemente, fue para luchar unos contra otros dentro de nuestro país.

Dediquemos nuestra precariedad, nuestros recursos, a los servicios estratégicos, al bienestar solidario. ¿Por qué varios países europeos mantienen infraestructuras estratégicas con participación estatal? Pienso que Europa va hacia la desestatalización pero no a la privatización total y en España se ha dejado la energía, la industria, las comunicaciones en manos de empresas privadas, no hay coordinación entre comunidades autónomas, ni intercomunicación entre consejerías que hagan comunes las luchas contra epidemias, burocracias, etc. Espero que la solidaridad que surja de esta pandemia evite la formación de taifas aisladoras, separadoras.

La industria armamentística quizá sea más rentable que la de fabricación de utensilios sanitarios aunque dudo que lo sea en relación a la farmacéutica o la infográfica. Pero necesitamos aparatos sanitarios no tanques. Si Donald Trump ha pedido a la General Motors que fabrique respiradores, Seat hace lo propio, ¿por qué no transformamos la fabricación de esos tanques en habitaciones UCI? Necesitamos soberanía productiva y enfocar esa producción a sectores estratégicos (transportes de mercancías eficaces y rápidos, producción de energía limpia por parte del Estado, implantación inalámbrica de comunicaciones... con participación de la empresa privada). Acercarnos a la autosuficiencia.

El virus nos ha mostrado su lejanía. Al Gobierno le ha caído un marrón, pero la oposición solo hace propuesta amarillas. Hay que aprovechar, con incentivos o destinos estratégicos, al personal ya formado (médicos, enfermeros, celadores, camilleros, farmacéuticos, fisioterapeutas... -as y os, para no cansar-), científicos, empleados de supermercados, limpiadores, transportistas, informadores, componentes de servicios de urgencias... Todas/os derrotarán al virus. Sin un disparo, sin un carro de combate, sin un avión, sin un misil, sin una bomba.