Nueva columna de miércoles, después de que no nos hayamos visto el sábado pasado, uno de los escasos días del año en el que el personal de las redacciones descansa y no hay periódicos. Aquí seguimos, un mes después del inicio del gran parón, intentando adaptarnos a las circunstancias y soñando, sobre todo, con que las aguas vuelvan a su cauce y salgamos indemnes de ello.

Aún así, aunque en este mismo momento todo cambiase, y no hubiese que lamentar más pérdidas en vidas humanas, las cifras que nos habrían dejado este luctuoso episodio de escala global son para temblar. Lo veamos como lo veamos, no podemos dejar de recordar a todas las personas que han sido y están siendo víctimas de esta catástrofe, así como a sus apenadas familias. Debemos estar cerca de todos ellos y acompañarles en un dolor que es siempre intenso, y que en esta ocasión no ha podido ser canalizado, por ser imposible desde un confinamiento necesario para evitar males mayores, desde el cariño, la empatía y el acompañamiento de todos nosotros.

Por lo demás, la vida va siguiendo, un poco a trompicones pero desde la creatividad, la adaptación al cambio y un dinamismo que no debe parar. Quedan atrás los días más inciertos, habida cuenta de que muchos de los indicadores son hoy mejores que ayer, pero sabiendo que viene ahora una época a corto plazo muy sensible, donde las decisiones que se tomen condicionarán claramente el panorama que viviremos mañana. A ver... Ojalá todo se haga con buen criterio, mucha ciencia y que incluso tengamos una pizca de suerte.

Y, en medio de todo ello, ayer fue 14 de abril. De aquel lema del año 1931, ¡Salud y República! parto para, desde el mismo, plantear mi disquisición de hoy. Salud, no creo que nadie la discuta. Salud, salud y más salud, porque está claro que la misma es el tesoro más grande del que disponemos cada uno. Muchos ya vivíamos bajo ese paradigma, pero si había algún despistado que no lo tenía en cuenta, creo que esta crisis lo ha evidenciado de forma meridiana. ¿O no?

Y lo de República lo he puesto en el título entre interrogantes, para hablarlo y delimitarlo con ustedes... Si me leen a menudo, saben que hace veinte años que yo digo aquí y en otros foros que un sistema monárquico es para mí sinónimo de algo caduco y fuera de lugar, con una justificación clásica profundamente enraizada en una supuesta voluntad divina, hoy superada, y un esquema de transmisión paternofilial que la Historia se ha empeñado en desacreditar durante siglos. Además, en mi opinión, la Monarquía española, como institución, acusa hoy una severa desconexión con el conjunto de la sociedad, a tenor de los acontecimientos que han trufado su trayectoria, especialmente en los últimos tiempos. Pero... ¿República? Supongo que sí, aunque si la misma va a ser nutrida desde los partidos políticos, tampoco la perspectiva es demasiado halagüeña, preocupados como están en su enésima batalla por tirarse los trastos a la cabeza, lejos de fórmulas de cooperación, códigos de conducta y otras herramientas orientadas al bien común, y no tanto para abundar en el eterno binomio entre gloria y descrédito, que es de lo que esencialmente entienden. Lo más triste de todo es que, fruto de tal realidad, podemos decir hoy ¡Salud!, sin duda alguna. Pero lo de ¡República!, desde mi punto de vista, y aún siendo partidario de ella como fórmula teórica de Gobierno, habría que matizarlo sobremanera en este contexto geográfico y sociológico que tenemos. Atarlo corto y marcar reglas y pautas, para que la cosa valga verdaderamente la pena.

No sé, ya me dirán ustedes... Pero a veces confío poco en que se abandonen las visiones parciales e interesadas de organizaciones partidarias, orientadas a la toma y mantenimiento del poder, y se generen otros modos, otras fórmulas y otras capacidades centradas en la ciudadanía, mucho más abiertas, críticas y centradas en la tarea, por encima de todo... Y, claro, que tales proyectos, a veces sugerentes, no se conviertan enseguida en lo primero, en lo que ya había...

Cuídense mucho. Y hagan el favor de, por ejemplo, no salir a marchar con paso ligero por los caminos, que no es pertinente y es que, además, está prohibido.