El próximo domingo finaliza la segunda prórroga del estado de alarma decretado por el Gobierno en la lucha sin cuartel por frenar el coronavirus y acaba de anunciarse la tercera, hasta el 9 de mayo. La Xuntase ha manifestado ya a favor de una salida asimétrica a las restricciones, por territorios y sectores, para que aquellas zonas donde la pandemia está más controlada puedan comenzar cuanto antes el largo camino hacia la normalidad. Y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció ayer que la salida del confinamiento será diferente en función del impacto del virus en los territorios. Un desconfinamiento progresivo a distinto ritmo obliga a seguir aplicando a rajatabla medidas de salud para evitar rebrotes de la enfermedad que podrían resultar fatales. Absolutamente todos, sin relajación, tenemos que comprometernos en aplicarlas. Aunque el enemigo siga presente, las limitaciones no pueden durar toda la vida. Con responsabilidad y prudencia debemos ir recuperando la libertad. Pero conviene empezar a planificarlo ya.

Dar pasos atrás en la lucha contra la pandemia por apresurarse en la toma de decisiones sería un error de incalculables consecuencias que pagaríamos todos. Pero parecen lógicas las llamadas a una salida asimétrica del estado de alarma. No cabe aplicar iguales remedios a un problema allí donde se manifiesta a la desesperada que donde resulta manejable. El encierro ha tenido notable eficacia para evitar el crecimiento de casos, como certifica el estudio realizado por el grupo de investigación OEG de la Universidad de Oviedo. Según el análisis de los autores del informe, del que este periódico se hizo eco días atrás, el confinamiento fue muy efectivo en León, Valladolid y Albacete, por citar las circunscripciones con datos más sobresalientes; mientras que su efecto fue relativamente modesto en A Coruña, Pontevedra y Asturias, ya de por sí con un nivel inferior de contagios. Es decir, en el Noroeste pesó más la lejanía física del gran foco de Madrid que la reclusión en los hogares.

Los expertos han alertado de los efectos nocivos que el confinamiento puede acarrear en mayores, niños y enfermos. Incluso auguran que un alto porcentaje de la población necesitará atención psicológica o psiquiátrica cuando esta pesadilla acabe. Sin perder de vista que la defensa de la salud de los ciudadanos, y en particular de la franja de población más vulnerable, sigue siendo el principal objetivo, corremos el riesgo de que el remedio para ganar la batalla genere unas consecuencias tan nefastas como la propia enfermedad. Que los niños puedan salir a la calle durante un tiempo estipulado y en compañía de un adulto no parece una medida descabellada, sino todo lo contrario. El Gobierno finalmente anunció ayer que aliviará el confinamiento de los pequeños desde el 27 de abril, como defendía el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo.

Lo mismo ocurre con otros daños colaterales de la pandemia, como la paralización de la actividad. Urge también reactivar la economía para conjurar el devastador escenario de recesión y pérdida de empleo y riqueza que trazan los principales organismos y observadores económicos, entre ellos el Fondo Monetario Internacional. Muchas empresas están al borde del coma, como advierte la patronal. Apremia diseñar un plan de reconstrucción que ayude a identificar oportunidades en ámbitos novedosos como el sociosanitario, el de la digitalización y el de la economía verde. Galicia necesita abordar un proyecto regenerador para relanzar la economía lo antes posible porque las constantes vitales de sus principales indicadores están sufriendo de forma severa la parálisis.

Que tanto la Xunta como los empresarios y los sindicatos estén de acuerdo en la necesidad de que Galicia inicie su gradual vuelta a la normalidad antes que otras autonomías más afectadas es un buen punto de partida para ponerse manos a la obra. Todo apoyo es poco para reactivar una comunidad que, como el conjunto de España, va a quedar muy dañada por los efectos de esta grave crisis sobrevenida, con enorme impacto sobre la salud, la economía, el empleo y las relaciones sociales.

En esta frenética lucha importa sobremanera el tiempo, la rapidez de las actuaciones. La decisión de Galicia de iniciar a final de mes un gran estudio epidemiológico propio con test a 100.000 gallegos para esclarecer con mayor precisión la situación real de la pandemia en la comunidad, que se complementará con los 4.000 que hará el Gobierno central en el suyo, es sin duda una medida importante y certera.

Pero para que la "desescalada" sea eficaz y no conduzca a un temido rebrote resulta imprescindible el compromiso de los ciudadanos. Habrá que extremar las precauciones, aislar territorios para que el coronavirus no salte de unos a otros y poner el máximo celo en las medidas de protección, como la amplia mayoría de los gallegos vienen haciendo de forma ejemplar y responsable en el confinamiento.

Parafraseando a Albert Einstein, no podemos pretender que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. "La crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Quien supera a la crisis se supera a sí mismo". En ese esfuerzo de superación estamos involucrados todos los habitantes de esta comunidad, llamados a afrontar todos a una, un doble reto: ganar primero la batalla al Covid-19 y reconstruir y reforzar las estructuras más dañadas con la fortaleza que da la experiencia de haber salido tantas veces de tantos momentos difíciles durante décadas.