En semanas pasadas, y sin saber muy bien cuáles fueron los razonamientos que llevaron a la gente a comprar papel higiénico en cantidades muy por encima de lo habitual, vimos que las estanterías de tiendas y supermercados se quedaban vacías de un día para otro. Como era de esperar, una vez superado el temor al desabastecimiento y dado que su consumo no se multiplica de manera notable como consecuencia del confinamiento impuesto con la declaración del estado de alarma, el ansiado producto vuelve a estar disponible y al alcance de nuestras manos. En cambio, y lamentablemente, la situación de escasez creada en torno a los equipos de protección personal (EPI) adecuados para hacer frente a la pandemia actual, no parece que vaya a ser corregida en un breve periodo de tiempo, pues la enorme demanda mundial del momento ha superado con creces la capacidad de fabricación y respuesta para la que se estaba preparado. Ante un problema de salud pública de semejante calibre, se hace más necesario arrimar el hombro que poner la zancadilla.